Artículo

Revista Estudios en Seguridad y Defensa 2(4): 48-51, 2007

Los Comandos Conjuntos. Problemas de Organización, Doctrina, Educación y Operación



El modelo conjunto para la operación de las Fuerzas Militares es una tendencia mundial que responde a cambios técnicos y a desarrollos organizacionales impuestos por la complejidad social y el desarrollo de la productividad. Es algo más que la simple coordinación de las Fuerzas e implica una cultura nueva en el mundo militar. Se trata de ver el conjunto de las Fuerzas como un instrumento único e integrado.


El caso colombiano presenta características especiales: tiene la ventaja de una tradición de Comando General de las tres Fuerzas, pero no cuenta con una tradición de decisión colegiada, fruto de Estados Mayores fuertes. Nuestra tradición es de prusianismo, muy formal, con comandos verticales, personalizados y Estados Mayores débiles, asimilados a oficinas asesoras de los comandantes. El segundo problema colombiano es la simetría de las Fuerzas. El Ejército es predominante en tamaño y fuerza, por razones históricas y de necesidades internas y por lo tanto hay un marcado desequilibrio a la hora de construir un modelo de conjunción adecuado.

1. Consideraciones generales

En todos los establecimientos militares del mundo se discute el modelo de operación conjunta. La discusión rebasa los problemas técnicos de la colaboración entre Fuerzas, la coordinación de componentes en distintos niveles, la planeación conjunta y todos los sistemas de enlace conocidos. El modelo de conjunción es algo radicalmente distinto: implica un cambio cualitativo, una nueva modalidad organizativa, en la cual todos los componentes de un sistema de defensa se manejan como una sola organización, guiada por una doctrina que integra los elementos propios de la conjuntividad. No puede ser de otra manera, toda vez que se trata de responder a cambios también cualitativos en la concepción del espacio, en la capacidad de movilización de recursos técnicos y en la velocidad de los desplazamientos humanos.

En efecto, el paso de las sociedades a las nuevas formas de organización de la producción, a las de comunicación global e instantánea y a las del desarrollo de capacidades bélicas inéditas, han obligado a asumir la complejidad de las operaciones y de la logística, con instrumentos nuevos que se adapten a la tercera generación de relaciones sociales, la de las redes que hacen posible el contacto cercano pero sin las limitaciones del territorio. Una de las consecuencias de estos cambios, es la transformación de los procesos de decisión, de seguimiento y de control de todo tipo de actividades. Esa transformación supone mucho más que adaptación a sistemas nuevos: se trata de una nueva cultura que afecta la manera clásica del ejercicio del poder, la incorporación, una enorme variedad de saberes técnicos, el procesamiento de información en grandes volúmenes y el desarrollo de formas de trabajo en equipo e interdisciplinarias.

Desde los años ochenta se advertía cómo el ejercicio del poder en las organizaciones se transformaba. Para el caso de las organizaciones militares, fue Alvin Toffler quien advirtió el derrame de poder desde los comandantes convencionales hacia los equipos técnicos que obtienen, procesan y analizan información, preparan escenarios y elaboran hipótesis de cursos de acción, a la manera del mundo empresarial moderno. Los decisores ya no son comandantes omnipotentes fundados en información parcial e intuiciones, sino expertos que inspiran equipos polivalentes provistos de tecnología de punta y que deciden dentro de pautas de colegialidad.

La guerra no se sustrae, antes puede ser pionera, a todo este nuevo ambiente. El aumento constante de la incorporación de tecnología, la elevación de las capacidades de destrucción, la disminución de los tiempos entre decisiones y ejecución y en fin, todo tipo de cambios, obliga a una gestión diferente. El poder aéreo apareció en el siglo veinte para operar en ámbitos tridimensionales y luego, esta característica abarcó también los ámbitos terrestres y navales. El entramado se fue cerrando hasta llegar, en la última fase del siglo pasado, a la necesidad de pensar en la operación conjunta, tal como se la conoce hoy.

2. Los Comandos Conjuntos

El ámbito internacional

Las Fuerzas Armadas de la mayor parte del mundo se mueven en la dirección de la organización que mejor se adapte a la manera de operar con Fuerzas Conjuntas. Tras el fin de la Guerra Fría, los establecimientos militares de las potencias principales tendieron a reducir su tamaño mientras aumentaban sus capacidades. El proceso semejaba lo ocurrido antes en las empresas económicas. Entre los siglos XIX y XX el capital reemplazó paulatinamente a la mano de obra como factor principal de la productividad. En el campo de la guerra, la masa, que había alcanzado su momento de mayor preponderancia en las dos guerras mundiales, comenzó a ceder su primacía en la segunda parte del siglo XX, a favor de Fuerzas menos numerosas pero dotadas de equipo y armamento cada vez más complejos y sofisticados, o sea, más capital y menos mano de obra.

Además, cada una de las Fuerzas incorporó componentes típicos de las otras en sus espacios y modalidades de maniobra. Así, las Armadas incorporaron, tempranamente en este caso, fuerzas terrestres para actuar en un ámbito de transición entre las maniobras navales y las terrestres, vale decir los cuerpos de fusileros navales que facilitaban la proyección de poder de las potencias y el aseguramiento de áreas alcanzadas gracias al poder naval. Posteriormente, necesitaron del arma aérea embarcada para aumentar su alcance y letalidad. Los Ejércitos de tierra incorporaron equipo aéreo a la maniobra terrestre, bien para apoyo táctico, bien para transporte, y las Fuerzas Aéreas se conectaron con el ámbito terrestre mediante los eslabones de las Fuerzas aerotransportadas, del apoyo táctico y de la logística. La trabazón resultante fue implicando, lentamente al principio, y de manera más acelerada ahora, gestiones coordinadas y planeación de consuno.

El proceso se ha convertido en imparable. Cada vez más, el conjunto de las Fuerzas Militares es visto como un único instrumento integrado de maniobra estratégica (y no sólo táctica) Pero así como se le ve necesario, la realización de la conjuntividad se ha convertido en fuente de roces y competencia. Las culturas arraigadas no cambian fácilmente. En el camino “ha corrido la sangre” porque todo cambio produce inquietud. Es inevitable que cada Fuerza vea su identidad en peligro y resista la cesión de ese conjunto de supuestos, forjados a la largo de su historia, que se convierten en razón de ser.

3. El caso colombiano. Oportunidades y dificultades.

El paso de una organización basada en la independencia relativa de las Fuerzas a una conjunta, tiene factores favorables en Colombia. La existencia de un Comando General de las Fuerzas Militares durante más de medio siglo es una ventaja contra el llamado “astigmatismo de Fuerza”. La formación en una sola escuela de los Oficiales Superiores y de los Oficiales Generales y de Insignia es otra a favor. Contra el proceso militarían, a su vez, dos factores. Uno es la escasa preparación de la estructura existente para adaptarse a los cambios. Otra, la asimetría de las Fuerzas en tamaño y poder.

El primero de los factores contrarios, la adaptación de la estructura existente es un problema serio. La tradición militar colombiana está, todavía, muy marcada por el prusianismo, lo que implica verticalidad y personalización fuerte de los Comandos. En una organización conjunta esta característica es una fuente de disfuncionalidad porque transmite la idea de subordinación de unas Fuerzas a otras. La operación conjunta necesita del desarrollo de costumbres de decisiones colegiadas, lo cual lleva directamente a la consideración del papel de los Estados Mayores. En la mayor parte de los países que han desarrollado el proceso, existen Estados Mayores muy fuertes que coordinan el diseño organizacional, la elaboración de la doctrina, la planeación, el diseño de las Fuerzas, la educación militar y el adiestramiento para las operaciones militares conjuntas.

Un Estado Mayor Conjunto dirige el instrumento integrado y controla funcionalmente los Estados Mayores de las Fuerzas. éstas, a su vez, se convierten en responsables del alistamiento, adiestramiento y sostenimiento de la Fuerza propia, en tanto la operación es responsabilidad del organismo conjunto. Cuando esto sucede, cada Fuerza siente que sobre el Comando Conjunto existe y actúa una instancia en la cual está representada su propia fuerza. Los comandos verticales y personalizados deben dar paso a una cultura de responsabilidad colectiva y por eso los Estado Mayores débiles, meras oficinas asesoras de los comandantes, no son los apropiados para el modelo conjunto. El comandante personal, y vertical, es el que dirige las operaciones del instrumento integrado en los teatros designados, bajo la dirección del Estado Mayor Conjunto. Como las Fuerzas Armadas no tienen mecanismos democráticos para la toma de decisiones, han sido casi siempre los establecimientos civiles, quienes desde la cúpula de los Ministerios de Defensa, han impuesto las transformaciones. En Colombia, donde el sector civil vinculado a la defensa apenas está en formación, ha sido más bien la presión externa, la responsable de los cambios.

El otro problema mencionado es el de la asimetría de las Fuerzas. Los países que han logrado hacer la transición con éxito, tienen Fuerzas relativamente equilibradas en poder, si no en tamaño. En Colombia, por causas históricas y por las que se derivan del conflicto interno, el Ejército es predominante y su tamaño es incomparable con el de las otras dos Fuerzas, de tal manera que un Comando Conjunto se refiere, en lo fundamental, a maniobras terrestres y el componente principal y determinante, siempre será el de esta Fuerza.

De lo anterior se desprende que el debate sobre la conjuntividad de las Fuerzas Militares va para largo en el caso colombiano. El enfoque no puede ser solamente, el de la teoría de las organizaciones, sino que trasciende al debate acerca de cuáles son las Fuerzas Militares que requiere el país. Definido esto último, se podrá adelantar un proceso equilibrado de transición al modelo conjunto. Sobra expresar que la necesidad de este modelo es histórica y que su construcción no se puede ni soslayar ni aplazar.



Bibliografía

1. BORRERO, Armando. Los Militares: Los Dolores del Crecimiento. En: Leal, Francisco (compilador) “En La Encrucijada”, Bogotá, Ed. Norma, 2006.

2. DREW, Dennis, M. The World Looks Different from 10.000 feet. Air Power Journal, Fall 1988. En: www.air-power.maxwell.af.mil

3. English, Adrian J., Suecia y su defensa total. En: Revista Defensa, Madrid, año 29, No. 339-340, julio-agosto de 2006.