Artículo

Estudios en Seguridad y Defensa, 13(26), 85 - 99

La Política de Defensa de Estados Unidos en la era Trump1

The United States Defense Policy in the Trump era

A política de defesa dos Estados Unidos na era Trump

BORIS SAAVEDRA2

2 Oficial General retirado de la Fuerza Aérea Venezolana. Se gradúo en la Academia de la Fuerza Aérea de Venezuela, de la que recibió una licenciatura en Ciencias y Artes Militares con especialización en Aeronáutica. Adicionalmente, al doctorado en el Instituto Universitario Gutiérrez Mellado de la Universidad Nacional de Educación a Distancia en España (2014) tiene una maestría en Política Internacional y Práctica en la Universidad George Washington en Estados Unidos (2003). En la actualidad el Dr. Boris Saavedra es profesor asociado en la Universidad Nacional de Defensa, Centro de Estudios Hemisféricos de Defensa William J. Perry en Washington, DC desde 1998 al presente.

Recibido: 20 de agosto de 2018

Aprobado: 05 de noviembre de 2018

Resumen

El ambiente de seguridad mundial en la actualidad está viviendo un momento de discontinuidad o transición, de un modelo de cooperación y convergencia a uno de competencia y divergencia. La Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos identifica a ciertos Estados como poderes revisionistas, entre los cuales China y Rusia se destacan por estar orientados a dar forma a un mundo consistente con su modelo autoritario de gobierno. La política de defensa de la administración del Presidente Donald Trump tiene su punto de partida en el mensaje de “América primero”, la cual en general favorece el empleo del poder duro para abordar los desafíos que afecten expresamente los intereses de la nación, mediante la modernización militar con fuerza letal de gran tecnología. Se limita el involucramiento del país en conflictos externos donde no estén en juego los intereses de la nación y adicionalmente, manifiesta la voluntad política para revisar tratados y lograr nuevas condiciones con mayores ventajas y beneficios para el país.

Palabras claves: Cooperación, Convergencia, Competencia, Divergencia, Autoritarismo, Poder Duro.

Abstract

The world security environment is currently experiencing a moment of discontinuity or transition, from a model of cooperation and convergence to one of competition and divergence. The National Security Strategy of the United States identifies certain states as revisionist powers, among which China and Russia stand out for being oriented to shape a world consistent with its authoritarian model of government. The defense policy of the administration of President Donald Trump has its starting point in the message of “America First”, which generally favors the use of hard power to address the challenges that expressly affect the interests of the nation, through the military modernization with lethal force of great technology. It limits the involvement of the country in external conflicts where the interests of the nation are not at stake and additionally, it manifests the political will to revise treaties and achieve new conditions with greater advantages and benefits for the country.

Keywords: Cooperation, Convergence, Competition, Divergence, Authoritarianism, Hard Power.

Resumo

O ambiente de segurança mundial vive atualmente um momento de descontinuidade ou transição, de um modelo de cooperação e convergência para um de competição e divergência. A Estratégia Nacional de Segurança dos Estados Unidos identifica certos estados como poderes revisionistas, entre os quais China e Rússia se destacam por serem orientados para moldar um mundo consistente com seu modelo autoritário de governo. A política de defesa do governo do presidente Donald Trump tem seu ponto de partida na mensagem “America Primeiro”, o que geralmente favorece o uso do poder duro para enfrentar os desafios que afectam especificamente os interesses da nação, por modernização militar com força letal de grande tecnologia. Limita o envolvimento do país em conflitos externos em que os interesses da nação não estão em jogo e, além disso, manifesta a vontade política de revisar tratados e alcançar novas condições com maiores vantagens e benefícios para o país.

Palavras Chaves: Cooperação, Convergência, Concorrência, Divergência, Autoritarismo, Poder Duro.

Contexto global actual

El pasado 3 de abril de 2018, se conmemoró el septuagésimo aniversario del lanzamiento del Plan Marshall para la reconstrucción de Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Esta fecha marca también el inicio de una era de cooperación internacional de lo que hoy se conoce como el nuevo orden liberal mundial liderado por los Estados Unidos de América (Nye, 2017), que prevaleció durante la era de la Guerra Fría y, posterior a ésta, con una idea de convergencia de las grandes potencias a escala global (Vaisse, 2018). Con este marco de referencia este ensayo tiene como objetivo analizar la arquitectura de la política de defensa de Estados Unidos en el siglo XXI.

El ataque a las Torres Gemelas perpetrado el 11 de septiembre de 2001 en la ciudad de Nueva York, constituye un hito en la evolución de la política de defensa de los Estados Unidos, ya que por primera vez en la historia del país, el territorio continental se ve atacado, no por una fuerza militar tradicional invasora, sino por un hecho terrorista con armas y mecanismos no tradicionales. Si bien es cierto que el artículo 1 de la Constitución de los Estados Unidos faculta y otorga al Congreso poderes para declarar guerras, el 11 de septiembre de 2001 ha sido predestinado a cambiar radical y permanentemente el grado y el modo en que este país analiza el tema de la defensa y se relaciona con el resto del mundo.

Este orden liberal mundial y la globalización han hecho creer que en el mundo operamos bajo la suposición de que estábamos viviendo en una era en la cual todas las grandes potencias estaban en transición hacia un modelo único de orden mundial de convergencia. Esta creencia surge del hecho de que nos unen los problemas que tenemos en común, como el terrorismo, el narcotráfico, el cambio climático, las enfermedades pandémicas o la proliferación nuclear, lo cual es más importante que lo que nos separa, como las divisiones geopolíticas del viejo estilo. Se ha pensado que estas fuerzas nos obligan a trabajar juntos, tratando de superar los problemas de acción colectiva, ya que se avizoran muchas crisis y muchos conflictos y que con el tiempo esta cooperación sería más estrecha. Esta fue una realidad de integración y de grandes iniciativas, como el Consenso de Washington, expresado por su creador, John Williamson, durante los años 90 y 2000 cuando hubo diferencias, pero de menor grado. En esa época, Rusia se opuso a la invasión de Iraq; sin embargo, no armaron a Saddam Hussein y tampoco intervinieron en la guerra de Iraq. Se limitaron a oponerse a los Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU como medio para expresar su posición política ante estos conflictos.

Muy diferente ha sido la situación en estos últimos cinco a seis años. La posición de Rusia en el conflicto en Siria y el empleo del ciberespacio para adelantar la agenda geopolítica global; la posición de China y su agenda como potencia mundial ante el conflicto en el mar de China y, particularmente, Corea del Norte, son muestras de que en vez de convergencia de las grandes potencias, estamos en presencia de divergencias. En otras palabras, hemos pasado de un mundo de alianzas y cooperación internacional a uno de competencia y divergencia.

En general, en los últimos 20 años no se había visto una orientación por parte de las grandes potencias en contra de los EE.UU., como lo afirma Tom Wright (2017), analista estratégico del Brookings Institution. Si observamos las dos últimas administraciones en EE.UU., vemos que trataron de solucionar la crisis en el Medio Oriente en forma muy diferente. La administración del Presidente George Bush lo hizo mediante la intervención y la administración del Presidente Barack Obama lo intentó con cambios inéditos, mediante las instituciones internacionales y la legislación vigente.

En la actualidad, los EE.UU. enfrentan tres áreas conflictivas a nivel global: 1. El resurgimiento de Rusia en Europa (Crimea) y en el Medio Oriente con el conflicto de Siria; 2. China en el sureste asiático y el mar de China y 3. Corea del Norte. Rusia y China están desarrollando su estrategia bajo dos concepciones: la primera, impulsando un mundo de potencias regionales y la segunda, apoyando estados revisionistas, (Wright, 2017). Esto significa que estas naciones han tomado posiciones antagónicas a los EE.UU. en asuntos regionales considerados por la gran potencia como periféricos, pero no vitales. Estos países están aplicando mecanismos de confrontación indirecta que no llevarían a un conflicto armado, pero que sí buscan posicionarse como potencias regionales con poder geopolítico global.

Desde el punto de vista de la posición a asumir en un ambiente complejo y globalizado, se puede decir que cualquier decisión estratégica tomada en una de estas áreas tiene relación directa con las otras áreas de conflictos y que, si bien es cierto que estos conflictos regionales no tienen solución mediante el statu quo, no es menos cierto que al sumarlos son muy importantes para efectos de la política de defensa y la estrategia a desarrollar.

El orden global actual

Es importante definir lo que hoy llamamos orden mundial y para ello es necesario, en primer lugar, tomar en consideración las opiniones de connotados expertos en lo que se ha denominado el sistema internacional o sistema global después de la Segunda Guerra Mundial. En este sentido, Henry Kissinger y Joseph Nye destacaron la creación de un número de alianzas en su mayoría diseñadas por diplomáticos, militares y miembros del poder económico de los EE.UU., Europa Occidental y otros países democráticos. Esto ha permitido un periodo de relativa estabilidad, prosperidad y paz (Hadley, 2017). Sin embargo, el orden creado de ningún modo ha sido global ya que nunca incluyó a China, la Unión Soviética (hoy día Rusia) y otros actores internacionales.

En segundo lugar, sobre esta plétora de alianzas se ha creado una institucionalidad global llamada Naciones Unidas, la cual goza del reconocimiento mundial y funciona bajo ciertos principios, leyes, prácticas, instituciones, acuerdos y convenciones. El objetivo de esta organización es ayudar a estructurar las relaciones de los países que en algunos casos se superponen y son apoyadas por muchas partes pero no por todas. Adicionalmente, se ha creado una serie de organizaciones no gubernamentales e instituciones con miembros de la sociedad civil que gozan de cierta autoridad de funcionamiento y reconocimiento.

Retos al orden global

Los retos que enfrenta el sistema internacional y que a continuación se enumeran, han comenzado a adoptarse con cambios que no han ido ni a la velocidad de esos retos ni en la profundidad requerida para revisar, adaptar y revitalizar el sistema internacional y la seguridad y defensa de los EE.UU. (Hadley, 2017).

  1. El mundo ha entrado en una era de cambios acelerados por el advenimiento de la tecnología digital emergente, con efectos directos e indirectos en la política, economía y sociedad. En este sentido, el experto analista de seguridad internacional, Thomas Friedman (2016) señala que en los últimos 15 años el mundo ha evolucionado tecnológicamente el doble en comparación con los 250 años anteriores, impactando significativamente la institucionalidad internacional creada después de la Segunda Guerra Mundial.

  2. La globalización ha permitido el incremento acelerado de la economía mundial con cambios sustantivos y positivos en función del desarrollo. Sin embargo, los ciudadanos de algunas regiones del mundo se mantienen al margen de esta evolución económica, política y social, presentando niveles de desigualdad socioeconómica importantes.

  3. El surgimiento de gobiernos autoritarios con prácticas económicas capitalistas, como es el caso de Rusia, China, Turquía, Egipto y otros países en Europa del Este y Latinoamérica, representa un modelo alternativo a la política democrática liberal por una parte y de economía libre de mercado que surge como tendencia después del final de la guerra fría, por la otra.

  4. El retorno de poderes mundiales competitivos como Rusia y en algún grado China, con actitud de confrontación hacia los EE.UU., busca socavar el poder e influencia de esta nación en el mundo.

  5. La adopción de una estrategia de contención hacia los EE.UU. y otros países democráticos por parte de Rusia, tiene la finalidad de explotar y debilitar las instituciones democráticas de EE.UU., socavar las ideas de democracia y separar a los EE.UU. de sus aliados (Albright, 2018).

  6. La tecnología digital emergente está revolucionando la vida del planeta en el siglo XXI y ha empoderado al ciudadano común en forma positiva, pero a la vez ha desorientado a otros, socavando la fe en las instituciones. Esta tecnología resulta ser un arma de doble filo, pues provee también nuevas herramientas a los que actúan al margen de la ley así como a los regímenes autoritarios de Corea del Norte, Cuba y Venezuela, los cuales buscan mantener el poder a través del caos social.

  7. El surgimiento de retos a la seguridad y defensa del Estado por el crimen transnacional organizado, terrorismo, narcotráfico, inestabilidad financiera, degradación ambiental, tráfico de personas, proliferación de armas de destrucción masiva, estados fallidos que ningún país podrá enfrentar en forma individual.

  8. El surgimiento de actores no Estatales internacionales, algunos generalmente positivos tales como: corporaciones internacionales, sociedad civil y organizaciones filantrópicas, pero otros completamente malignos como: organizaciones del crimen transnacional, narcotraficantes y terroristas.

En definitiva, estos retos, entre otros, son los que con mayor relevancia, amenazan el sistema internacional y de esta forma, la seguridad y defensa de los EE.UU. De no tomarse cartas en este asunto en el presente, se corre el riesgo de que el sistema internacional y la seguridad y defensa de EE.UU. se vean abrumados por estos desafíos y circunscritos por Estados que operan cada vez más fuera de sus instituciones. El resultado sería un mundo de creciente entropía, desorden y disrupción.

La Cooperación está cediendo paso a la Competencia, el pensamiento de soluciones donde todos ganamos, está cediendo paso al juego suma cero donde unos pierden y otros ganan, y la búsqueda del bien común está cediendo paso al beneficio individual. Hacer las cosas a nivel mundial, donde la seguridad y la defensa de los EE. UU. están involucradas, se ve cada vez más difícil. Se acelera la tendencia global al autoritarismo, al riesgo de enfrentamiento y el conflicto armado probablemente aumentará.

Si no se adoptan los cambios al sistema internacional y la política de defensa de EE.UU. no hace los ajustes necesarios y suficientes, se acelerará la tendencia al autoritarismo, desviándonos de la democracia y de la economía de libre mercado. Esto traería como resultado un “Ecosistema de Autoritarismo” que no solo apoya los gobiernos autoritarios actuales, sino que también atrae y estimula a líderes de otros gobiernos a adoptar modelos de control absoluto. Por otra parte, este ecosistema facilita a los estados con gobiernos autoritarios como Corea del Norte, Irán, Cuba y Venezuela, entre otros, así como también a los nefastos actores no Estatales, como el crimen organizado, narcotraficantes y terroristas, a conseguir refugio para evadir las leyes y costumbres del sistema internacional (Hadley, 2017).

La política de defensa de Estados Unidos

Como ya se ha señalado anteriormente, el ambiente de seguridad mundial en la actualidad está viviendo un momento de discontinuidad o transición de un modelo de cooperación y convergencia a uno de competencia y divergencia. Los Estados Unidos son aún considerados por todas las medidas de análisis, la nación más poderosa del planeta desde el punto de vista económico, social, diplomático, político y militar, con el peso requerido para liderar los esfuerzos dirigidos a revisar, adaptar y revitalizar el sistema internacional. Para lograr esto se requiere el entendimiento y el apoyo del pueblo americano a través de sus líderes políticos, ya que están en juego los intereses de la seguridad y defensa de los Estados Unidos.

Existieron grandes diferencias entre las administraciones de George W. Bush y Barack Obama, en lo que se refiere a la implementación de la política de defensa para atender en profundidad los compromisos de Estados Unidos. Sin embargo, en ambas políticas se observan tres enfoques específicos: compromiso, como se ve en la prolongada contrainsurgencia en las guerras terrestres en Irak y Afganistán; compromiso limitado a través del uso de la tecnología digital emergente (fuerza aérea, drones y robótica) y uso de fuerzas locales y multinacionales, como se vio en Libia. Hasta 2014, hubo un enfoque cauteloso de relativa no intervención militar, para evitar quedar atrapados en conflictos que pudieran no implicar directamente los intereses de seguridad de los EE. UU., como el conflicto de Siria (Smith, Rizzo y Twardowski, 2017). Si bien cada enfoque tiene su razón de ser única, ninguno ha tenido éxito en la resolución de los conflictos de Afganistán, Libia y Siria, los cuales requerirán tiempo para su arreglo. Esto plantea a la administración del Presidente Donald Trump fuertes interrogantes sobre la eficiencia y eficacia de la política de defensa de EE.UU. y su sostenibilidad en el tiempo.

En el ámbito político interno, hubo desafíos a la política de defensa integral en la administración Obama. El Congreso, en forma reiterativa desde 2009, falló al no aprobar una resolución presupuestaria, lo que resultó en el financiamiento del gobierno con medidas provisionales que dificultaron la planificación de la defensa a largo plazo. La controversia político partidista sobre el techo de la deuda llevó a la promulgación de una legislación para el control del presupuesto (Acto legislativo de 2011), que impuso recortes drásticos al gasto discrecional, con menores desembolsos para la defensa. Sin embargo, mediante consenso bipartidista surgieron los argumentos que señalaron que esta legislación obstaculiza la capacidad de los Estados Unidos para abordar adecuadamente los desafíos de la defensa, lo que avizoró el crecimiento del presupuesto en los siguientes años. No obstante, la aplicación de este acto legislativo de 2011 continua vigente, lo que significa que puede ser aplicado en cualquier momento.

De acuerdo con Michael O’Hanlon (2017), investigador senior del Brookings Institution, el presupuesto de la defensa estadounidense promedio durante la Guerra Fría, si se ajusta la inflación y expresa en dólares de 2017, fue de aproximadamente $525 mil millones de dólares, incluyendo los costos nucleares del Departamento de Energía. El presupuesto promedio para la defensa en los últimos años está en el orden de los 600 mil millones de dólares anuales aunque las fuerzas han sido reducidas en un 35 a 40 por ciento. Esto significa que estamos hoy por encima del promedio de la Guerra Fría. Buena parte de la razón es: costos mucho más elevados en personal (fuerza voluntaria), tecnología más costosa y el hecho de que estamos haciendo muchas más cosas, mayor número de misiones de alto costo, además del envejecimiento de los equipos (lo cual incrementa el costo del mantenimiento) y una infraestructura que requiere ser renovada para el tamaño de la fuerza. (Ver figura 1).

Figura 1. Discretionary Budget Authority

Básicamente, Estados Unidos cuenta con una fuerza militar más pequeña que en la época de la Guerra Fría, pero más costosa. Podríamos decir que es cara en términos de dólares absolutos, pero si lo vemos en relación con el tamaño de la economía estadounidense, el gasto es bastante modesto. Sólo representa el 3 por ciento del producto interno bruto promedio el cual, durante la Guerra Fría, dependiendo del período que se mire, típicamente estuvo entre el 6% y 8%, inclusive llegó en algunos casos a 10 por ciento. Entonces, como una fracción de la economía, la defensa es modesta. Como fracción del gasto público, es solo una sexta parte del total, pero, por supuesto, tenemos un gran déficit presupuestal. Por lo tanto, todos los programas del gobierno deberán ser vigilados, incluso en la administración del Presidente Trump que quiere “hacer que Estados Unidos sea grandioso nuevamente” y “hacer que los militares sean grandiosos de nuevo”.

El pasado 13 de agosto de 2018, el presidente Donald Trump firmó la ley de autorización para el presupuesto de la defensa correspondiente al año fiscal 2019 por un monto de $ 717 mil millones de dólares, cifra record en presupuestos de defensa. Este acto legislativo ha sido denominado “John S. McCain” por el senador de Arizona quien falleció el pasado sábado 25 de agosto. Manifestó el Presidente Trump que este presupuesto contempla un aumento salarial militar de 2.6% y acrecienta las fuerzas de servicio activo en 15.600 miembros para un total de 1.4 millones de militares. Adicionalmente, se contempla el reemplazo de tanques, aviones y naves por nuevos equipos dotados con la tecnología más avanzada y letal jamás desarrollada, con lo cual la fuerza militar de EE.UU. será tan fuerte que esperamos nunca tener que usarla, pero si alguna vez es usada nadie tendrá oportunidad de oponérsele con éxito.

El presupuesto contempla $ 5,2 mil millones para apoyar las Fuerzas de Seguridad de Afganistán y otros $ 850 millones para entrenar y equipar las fuerzas de seguridad iraquíes, a fin de contrarrestar a los terroristas del Estado Islámico de Iraq y Siria. Igualmente, el presupuesto acelera la investigación sobre tecnología de hiperespacio y defensa contra misiles hiperespaciales, el espacio donde los potenciales adversarios han hecho progresos para negar la ventaja de Estados Unidos en este ámbito. También se contempla el financiamiento para el desarrollo de capacidades de inteligencia artificial (Departamento de Defensa, 2019).

Estrategia Nacional de Seguridad de Estados Unidos de América (una estrategia impulsada por el presupuesto)

El desafío central para la prosperidad y la seguridad de EE.UU. es el resurgimiento de la competencia estratégica a largo plazo, por lo que la Estrategia de Seguridad Nacional clasifica como “poderes revisionistas”. Cada vez está más claro que China y Rusia quieren dar forma a un mundo consistente con su modelo autoritario, ganando autoridad de veto sobre las decisiones económicas, diplomáticas y de seguridad de otras naciones. (Departamento de Defensa, 2019).

La política de defensa de la administración del Presidente Donald Trump coincide con su política exterior y tiene su punto de partida en el mensaje de “América primero”, eslogan de campaña que contrasta con la percepción de debilidad de la política exterior y de defensa de la administración del Presidente Obama. En general la actual política de defensa favorece el poder duro para abordar los desafíos de seguridad global, mediante la modernización militar con fuerza letal de gran tecnología. Adicionalmente, esta administración ha manifestado su voluntad de revisar tratados y lograr nuevas condiciones con mayores ventajas y beneficios para el país, una habilidad que ha invocado con frecuencia cuando se le pregunta sobre la relación con los aliados y adversarios en asuntos de defensa y seguridad.

Región del Medio Oriente

Esta administración ha asumido una postura contundente hacia los potenciales desafíos a escala global. En este orden de ideas, se aboga por una campaña más intensa contra el auto denominado Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés) y sus afiliados, mediante la ejecución de acciones agresivas para perseguir y aplastar esta organización criminal. Esta política no está limitada solo a ISIS sino además a Al Qaeda, así como también a eliminar el apoyo financiero que Irán suministra a Hezbullah, Hamas y otros grupos terroristas, y el entrenamiento y abastecimiento que proporciona a las fuerzas locales.

Región de Europa Occidental

El Presidente Trump en repetidas ocasiones ha cuestionado la relevancia de la OTAN y los beneficios que los Estados Unidos reciben por su liderazgo de facto en esa alianza. Aunque ha revertido estos comentarios de la campaña electoral, ha prometido que Estados Unidos reduciría su participación financiera en dicho ente multinacional, e indicó que es necesaria la contribución económica de los países miembros a un 2% del producto interno bruto (PIB) de cada Estado. Esto ha generado fricción en la organización; no obstante, hoy día existe un compromiso de estos por cumplir con esta meta exigida por Estados Unidos.

Quizás los elementos más controversiales de la política de defensa de la administración Trump son, el afán de normalizar las relaciones con Rusia, la continua hostilidad hacia la OTAN y los intereses estadounidenses en Europa del Este. El rechazo de Trump a la relevancia de la OTAN en la seguridad nacional de los Estados Unidos ha alterado el pensamiento de los países de Europa Oriental, que apuntan a la preocupación por la decisión de Rusia de la anexión de Crimea y su comportamiento cada vez más agresivo como fuentes de creciente incertidumbre sobre su propia seguridad.

Región Asia-Pacífico

En la región Asia-Pacífico la administración Trump ha enfocado la relación en la búsqueda del balance comercial de Estados Unidos y China, rechazando el statu quo de consenso bipartidista de administraciones anteriores, argumentando que Estados Unidos “reconstruyó China”. Sin embargo, China está expandiendo su influencia geopolítica en el Mar del Sur de China, con presencia militar como parte de su agenda estratégica global, lo cual es considerado por el Presidente Trump como una señal de la estrategia de competencia y divergencia que desarrolla dicho país. En este sentido, es poco probable que la relación militar con China se profundice. Más alarmante aun es que durante la campaña electoral el hoy Presidente Trump sugirió que Japón y Corea del Sur deberían desarrollar sus propias armas nucleares, al cuestionar el valor de las inversiones estadounidenses en la seguridad de la región.

A pesar de esta retórica inicial de campaña, la administración Trump ha reconocido que la desestabilización producto de esta política llevaría a una potencial carrera armamentista. Por tal razón, ha decidido reafirmar las garantías de seguridad de Estados Unidos a Japón, Corea del Sur y que la modernización de la armada estadounidense no está solamente enfocada a reforzar la presencia militar de Estados Unidos en la región del Asia Pacífico, mientras advierten a China que no tome medidas para militarizar áreas conflictivas como el Mar del Sur de China.

En relación con Corea del Norte, la administración Trump se ha caracterizado por un aumento de sanciones, tanto de Estados Unidos como de la comunidad internacional, aunado a la demanda inflexible de desnuclearización de dicho país y la amenaza de utilizar la fuerza militar. Esta posición dura de Estados Unidos, combinada con la creciente presión económica, envía un mensaje a Corea del Norte, de que esta vez los Estados Unidos, a pesar de estar dispuesto a negociar, no descarta la posibilidad del uso de la fuerza militar. La crudeza de Trump en esta teoría es útil, ya que señala una ruptura con la tradicional política de status quo de Estados Unidos, burlada varias veces por Corea del Norte.

Región de Latinoamérica y el Caribe

El pilar de seguridad y defensa ha sido consistentemente una prioridad para los gobiernos de los Estados Unidos cuando se trata de Latinoamérica. Sin embargo, la más alta prioridad seguirá viniendo de los grupos terroristas del Medio Oriente, Asia y África, los cuales ocupan la agenda de seguridad y defensa como las crisis en Siria e Irak, y las amenazas derivadas de grupos terroristas como ISIS, Al Quaeda, Hamas y Hezbholla. En comparación con estas crisis, Latinoamérica continúa siendo una región estable, aunque su proximidad geográfica a Estados Unidos podría significar una amenaza potencial a la seguridad del país.

Los altos niveles de criminalidad relacionada con el narcotráfico y crimen organizado en México, tienen impacto directo en la seguridad y defensa de los Estados Unidos. La creciente violencia de pandillas en el Triángulo Norte de Centroamérica (El Salvador, Honduras y Guatemala), está facilitando las rutas de comercio de drogas ilícitas y a su vez estimula la inmigración ilegal de individuos que huyen de la violencia rumbo a los Estados Unidos.

El proceso de paz en Colombia ha sido acompañado, inadvertidamente, de un incremento del cultivo y producción de cocaína, mediante la acción de los disidentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y otros grupos delincuenciales, así como también de la expansión de las actividades de pandillas delictivas en Centroamérica. Los narco corredores encontrados en Perú, Bolivia y Paraguay, que se extienden hacia ciertas zonas de Argentina y Brasil, continúan siendo un desafío en la región, al igual que la expansión de los flujos de drogas en el Caribe, en particular en Jamaica, la República Dominicana, Haití y Venezuela, los cuales tienen consecuencias también para la seguridad y defensa de los Estados Unidos.

La delincuencia organizada transnacional reside en el corazón de casi todas las amenazas principales que enfrentan Latinoamérica y el Caribe en la actualidad, desde el colapso catastrófico de Venezuela hasta la violencia debilitante de pandillas en toda América Central, todo lo cual se extiende hasta las calles de las ciudades estadounidenses. La estrategia de seguridad de la administración Trump se ha enfocado en la adjudicación apropiada de recursos y la exigencia de transparencia y rendición de cuentas de los recursos otorgados como ayuda a los aliados en la región.

La orden ejecutiva presidencial de 2017 es un paso importante de la actual administración para el combate a las organizaciones criminales transnacionales y la prevención del tráfico internacional de drogas ilícitas. El gobierno se ha enfocado en mejorar la detección, interrupción, y desmantelamiento de estas redes criminales, mediante la intensificación de todos los esfuerzos a través del ejercicio y la ampliación de los procesamientos, sanciones y autoridad legal de las agencias de ejecución. A tal fin, se han asignado recursos de investigación adicionales y se ha demostrado la voluntad política de llevar a estas organizaciones criminales a la justicia, aprovechar sus activos y negarles el acceso al sistema financiero internacional.

De acuerdo con el Reporte especial de American Enterprise Institute titulado “Kingsping and Corruption” (capítulo III), la administración Trump también cuenta con herramientas financieras en su arsenal para combatir actividades criminales transnacionales. El 13 de febrero de 2017, la Oficina de Evaluación y Control de Activos Extranjeros (OFAC por sus siglas en inglés) sancionó al Vicepresidente de Venezuela, Tareck Zaidan El Aissami Maddah, como un “narcotraficante especialmente designado” por jugar un papel muy importante en el narcotráfico internacional. Después de varios años de investigación del gobierno de Estados Unidos, se logró comprobar los vínculos de varias empresas asociadas con El Aissami y el tráfico de drogas en los Estados Unidos, procediéndose a congelar las cuentas y activos de varias de estas empresas. Esta es una actividad de la estrategia de seguridad de cero tolerancia a la acción del crimen transnacional internacional, al perseguir criminales internacionales y a la vez aplicar una mayor presión sobre el régimen autoritario y dictatorial de Venezuela, y sus vínculos con las organizaciones criminales transnacionales, fuente principal del crimen en Latinoamérica y el Caribe.

Ciberseguridad

En una conferencia sobre este tema y de acuerdo con las palabras expresadas por el Vicepresidente Mike Pence en el Departamento de Seguridad de la Patria, se indicó que la ciberseguridad es uno de los asuntos de mayor relevancia e importancia en materia de seguridad y defensa del país. En la actualidad, los Estados Unidos son objeto de constantes ataques por terroristas criminales, adversarios extranjeros que merodean en el ciberespacio y representan una amenaza para la nación. La infraestructura digital de Estados Unidos está bajo constante ataque cibernético.

En esta ocasión también se mencionó que el gobierno federal experimenta cientos de miles de ataques digitales todos los días en el país. La cantidad de ataques en la infraestructura digital es imposible de calcular. Nuestros enemigos digitales apuntan a todas las facetas de la sociedad. De acuerdo con David Bennett, Director de Operaciones de la Agencia de Sistemas de Información de Defensa, el Departamento de Defensa es objeto de ataques mediante el uso de correos electrónicos maliciosos que promedian alrededor de 36 millones diarios, identificados y rechazados.

La amenaza en el ciberespacio también apunta a la economía. Un solo ataque de malware ruso el año 2017 le costó a una importante compañía naviera estadounidense aproximadamente $400 millones. En 2016, los ciberataques, se estima, le costaron a nuestra economía $ 109 mil millones de dólares. El informe de febrero de 2018 del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca estima el costo entre $ 57 mil millones y $ 109 mil millones de dólares anuales.

Aparte de toda la información mencionada en los párrafos anteriores, el Vicepresidente Pence, destacó que los atacantes cibernéticos también persiguen al gobierno en todos los niveles y señaló que en marzo de 2018 los hackers criminales coartaron la ciudad de Atlanta y paralizaron muchos servicios básicos durante varios días. Como es de conocimiento público, nuestros adversarios utilizan cada vez más el mundo digital para manipular, dividir y destruir nuestros valores más preciados. En vista de estas amenazas, nuestro país exige y merece la defensa más fuerte posible y esta administración está comprometida a proveerla con eficiencia y eficacia.

Conclusiones

El orden liberal internacional que ha regido al mundo por más de setenta años ha sido objeto de estudios últimamente por políticos y connotados académicos, los cuales han sugerido un conjunto de nuevos programas e instituciones tales como: la reforma de las Naciones Unidas, la creación de una OTAN global, un nuevo Plan Marshall y la reforma de las instituciones financieras internacionales. Sin embargo, estos esfuerzos han llevado solamente a buenas ideas e intenciones y debemos admitir que la mayoría de ellos son de alguna forma extraños intentos de recapturar el pasado.

El objetivo final de este orden liberal internacional ha sido la cooperación y la convergencia para atender las amenazas, retos y desafíos comunes que afectan la seguridad y defensa mundial. Sin embargo, el surgimiento de gobiernos autoritarios con prácticas que atentan contra el sistema democrático de gobierno en diferentes regiones del mundo, nos permiten afirmar que estamos en transición al ya referido sistema de competencia y divergencia internacional.

En este orden de ideas, la política de defensa de la administración Trump de “América primero”, la cual presenta cambios fundamentales en relación a administraciones anteriores, podría correr el riesgo de la eficacia a corto plazo pero la ineficiencia a largo plazo por ser un intento de recapturar el pasado mediante el empleo del poder duro y decisiones políticas al margen de la norma internacional y de los principios del sistema democrático, con “autoritarismo” que incentiva la competencia (carrera armamentista) y la divergencia mediante la toma de decisiones políticas con fuerte carga ideológica.

En lo referente a la aplicación de políticas de defensa impopulares, estas son sometidas a intenso escrutinio tanto por el público como por el poder legislativo. Por esta razón, cualquier intento de implementar una política de defensa poco convencional o extrema probablemente y rápidamente se enfrentaría con una reacción fuerte, no solo del Congreso y la opinión pública, sino también de muchos expertos escribiendo y analizando y posteriormente informando a la ciudadanía. Aunque ir contra la opinión de expertos no ha obstaculizado al Presidente Trump en el pasado, sin embargo, recordemos que gobernar y hacer campaña no son lo mismo, particularmente en materia de seguridad y defensa nacional.

En este orden de ideas, la política de defensa del Presidente Trump a largo plazo puede tener grandes implicaciones, ya que podría ser factor fundamental para dar forma al futuro del orden global por muchos años o incluso décadas. En consecuencia, el mayor reto de esta administración es conseguir el balance correcto entre los intereses nacionales, las preocupaciones del público estadounidense y los aliados de Estados Unidos que a menudo están en desacuerdo.

1 Artículo de reflexión vinculado al programa “Combating Transnational Threat Networks” del Centro de Estudios Hemisféricos de Defensa William J. Perry, Estados Unidos de América.

Referencias

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