Artículo

Estudios en Seguridad y Defensa, 14(28), 237-257.

https://doi.org/10.25062/1900-8325.282

Los dominios de la guerra: una aproximación al nuevo escenario de la COVID-191

The domains of war: an approach to the new scenario of COVID-19

Os domínios da guerra: uma abordagem ao novo cenário da COVID-19

LUIS ALEJANDRO MÉNDEZ VÉLEZ2

STEFANNIE GAITÁN VANEGAS3

Secretaría de Salud de Cundinamarca, Colombia.

VIVIANA PILAR FUQUEN FLAUTERO4

Corporación Universitaria del Meta, Colombia.

2 Oficial (RA) del Ejército Nacional, licenciado en Administración Logística y magíster en Seguridad y Defensa Nacionales de la Escuela Superior de Guerra “General Rafael Reyes Prieto”. Contacto: alejomendez308@gmail.com. Código ORCID: 0000-00021361-1826

3 Trabajadora social de la Universidad La Salle, especialista en Gestión del Desarrollo Humano y Bienestar Social Empresarial de la Universidad Externado de Colombia. Correo: stefanniegaitan@gmail.com

4 Técnica profesional en Planificación para la Creación y Gestión de Empresas del Sena; técnica en Asistencia, Análisis y Producción de Información Administrativa con énfasis contable del CENACAP; ingeniera industrial de la Corporación Universitaria del Meta y estudiante de la Especialización en Administración en Seguridad y Salud en el Trabajo de la Corporación Universitaria del Meta. Contacto: vivianapff@gmail.com

Fecha de recepción: 26 de septiembre de 2019

Fecha de aceptación: 19 de diciembre de 2019


Resumen

En el presente artículo, se realiza un análisis acerca del denominado ‘séptimo dominio de la guerra’ en la actualidad y se toma como referencia la categorización de los dominios anteriores (tierra, mar, aire, espacio exterior, ciberespacio y logístico) desde un marco conceptual.

Como primera medida, se hace una contextualización de las generalidades, una reseña histórica de los diferentes dominios de la guerra y la manera en la cual las sociedades han aprendido de experiencias propias y ajenas para tomar ventajas sobre sus adversarios, empleando diversos métodos y técnicas que no siempre se han ajustado a los principios de la guerra y, como consecuencia, han podido expandir su poder e influencia.

Posteriormente, se efectúa una explicación de otra categoría de guerra, exponiendo su etimología, sus complejidades y sus incidencias en la humanidad, con el fin de evidenciar su casuística para mostrar las afectaciones de carácter multidimensional que tiene la guerra biológica sobre el sistema internacional.

Por último, se realiza un análisis coyuntural del ‘séptimo dominio’ en relación con la pandemia de la COVID-19 en el sistema global, exponiendo esta problemática desde su origen, expansión y consecuencias y la gestión por parte de los diferentes organismos de carácter internacional de algunos Estados y los enfoques locales, que permitan destacar los efectos en la población a causa de las buenas o malas prácticas de gobernanza. Acto seguido, se acompaña de unas conclusiones que le dan cierre al presente documento.

Palabras clave: Dominio, Guerra, Biológico, Pandemia.


Abstract

In this article, an analysis is made about the socalled Seventh Domain of war today, taking as a reference the categorization of the previous domains (land, sea, air, outer space, cyberspace and logistics) from a conceptual framework.

As a first measure, a contextualization of the generalities is reflected, a historical review about the different domains of war and the way in which different societies have learned from their own experiences and those of others to take advantages over their adversaries, using different methods and techniques. They do not always conform to the principles of war and, as a consequence, expand their power and influence.

Subsequently, an explanation of another category of war is made, exposing its etymology, its complexities and its effects on humanity, showing its casuistry in order to show the multidimensional effects that biological warfare has on the international system.

Finally, a conjunctural analysis of the Seventh Domain is carried out in relation to the COVID-19 pandemic in the global system, exposing this problem from its origin, expansion, consequences and the management carried out by the different international organizations, of some States and some local approaches, showing the effects on the population due to good or bad governance practices, accompanied by some conclusions that close this document.

Keywords: Dominance, War, Biological, Pandemic.


Resumo

Neste artigo, é feita uma análise sobre o chamado Sétimo Domínio da guerra na atualidade, tomando como referência a categorização dos domínios anteriores (terrestre, marítimo, aéreo, espacial exterior, ciberespaço e logística) a partir de um quadro conceitual.

Como uma primeira medida, reflete-se uma contextualização das generalidades, uma revisão histórica sobre os diferentes domínios da guerra e a maneira como as sociedades aprenderam com suas próprias experiências e as de outros a tirar vantagem sobre seus adversários, usando métodos e técnicas, nem sempre estão de acordo com os princípios da guerra e, como consequência, ampliam seu poder e influência.

Posteriormente, é feita uma explicação de outra categoria de guerra, expondo sua etimologia, suas complexidades e seus efeitos na humanidade, mostrando sua casuística a fim de mostrar os efeitos multidimensionais que a guerra biológica tem no sistema internacional.

Por fim, é realizada uma análise conjuntural do Sétimo Domínio em relação à pandemia COVID-19 no sistema global, expondo este problema desde sua origem, expansão, conseqüências e gestão realizada pelas diferentes organizações internacionais, de alguns Estados e algumas abordagens locais, mostrando os efeitos sobre a população devido a boas ou más práticas de governança, acompanhadas de algumas conclusões que encerram este documento.

Palabras-chave: Domínio, Guerra, Biológico, Pandemia.


Introducción

Hacer referencia a los dominios de la guerra es un asunto mucho más complejo de lo que parece, debido a que tiene una relación intrínseca con muchos otros factores que convergen de forma directa e indirecta (escenarios, medios, relaciones de poder, intereses), los cuales modifican y reglamentan algunos aspectos en la manera en que se desarrollan las confrontaciones. Por tal motivo, es importante comprender los dominios existentes en los que se desenvuelven las Fuerzas Armadas y el modo en el que participan los Estados mediante el empleo de sus recursos y esfuerzos estratégicos para controlar o ejercer algún tipo de dominio, poder o influencia.

Definir el concepto de la guerra implica abordar su naturaleza etimológica, pasando por determinar sus escenarios, protagonistas, motivaciones, medios, entre otros factores que inciden significativamente en su inicio, desarrollo y desenlace. Para Clausewitz, citado por Borrero (2013), la guerra es un acto que necesariamente implica un ejercicio de la fuerza a través de las propias capacidades, con el propósito de lograr subyugar la voluntad del enemigo. Esto implica partir del establecimiento de la naturaleza conflictiva de las voluntades humanas para controlar y ejercer dominio frente a un territorio, bien material o persona.

Son varios puntos a tener en cuenta en un dominio (como la causalidad, la intensidad, la duración, los stakeholders y el escenario), los cuales también se ramifican en otros términos derivados de los anteriores. Sin embargo, en lo que hace referencia al tema principal del artículo, los dominios son factores transversales de vital importancia en el desarrollo de las guerras, pues condicionan a los otros factores relacionados con la teoría de la clasificación de la guerra (Lind, Schmitt, Sutton y Wilson, 1989).

Debido al auge del fenómeno de la globalización en los años 90 y la aparición de la internet, herramienta que revolucionó el sistema social, se han originado nuevos dominios que obligan a los Estados a replantear sus conceptos de seguridad y defensa, con el fin de garantizar sus fortalezas y tomar ventaja sobre los demás en estos nuevos escenarios de batalla que podrían representar una amenaza inminente para la supervivencia del Estado.

Como resultado de lo enunciado, en la actualidad, el mundo está enfrentando una pandemia de alcance mundial que ha tenido repercusiones de carácter multidimensional por la aparición de un virus que afecta al ser humano y que todavía tiene muchas incógnitas en cuanto a su origen y comportamiento. Lo que hace aún más incierto encontrar en el sistema internacional un antagonismo permanente frente al origen de la pandemia, debido a que, en los últimos diez años, China se ha alejado de los principios de la bioética (Cong, 2016) y ha sido acusada internacionalmente por la laxitud de sus regulaciones y controles éticos en cuanto a los experimentos biológicos.

Por lo tanto, es importante reflexionar acerca de la manera en la que los Estados se preparan para los futuros escenarios de confrontación (no necesariamente armada, sino biológica). Este escenario hace parte de la categoría de la guerra biológica en la cual se hace uso de sustancias, químicos, microrganismos o toxinas para fines militares.

Metodología

El documento emplea la metodología descriptiva, en razón a que aborda un análisis crítico con respecto de una situación o fenómeno social; así mismo se caracteriza y comprende múltiples categorías de análisis que pueden ser debatidas para abordar un caso concreto (para esta ocasión: el escenario social derivado de la pandemia).

Para efectos de limitar la investigación, se establecieron las siguientes categorías: dominio, guerra y escenario coyuntural; el primero y el segundo son los pilares centrales del análisis, puesto que se abordan de manera conceptual y tipifican las aproximaciones referentes a los dominios de la guerra; y el tercero se encuentra asociado al caso concreto relacionado con la pandemia de la COVID-19. Por este motivo, la documentación contemplada se encuentra sujeta a documentos de primera fuente (como artículos de investigación y capítulos del libro).

Los escenarios de la guerra en el panorama contemporáneo

Históricamente, las guerras han marcado el origen, el auge y la caída de muchas civilizaciones, también han sido condicionadas por distintos factores de gran importancia (como el control del territorio, de la información y, en general, de las variables que pueden posibilitar una victoria en un escenario de confrontación armada). Para Sun Tzu, en El arte de la guerra, es importante ejercer el poder de manera inteligente, tratando de evitar cualquier desgaste innecesario que pudiera favorecer al oponente. Es así que la guerra debe pensarse desde el escenario (territorio), ya que el terreno (espacio) proporciona diferentes ventajas con respecto de su posesión y empleo.

Por esta razón, existen múltiples documentos que están enfocados en el estudio del terreno en el que se realizaban las batallas y que han servido como referente para inspiración de tácticas, estrategias y estratagemas empleadas en maniobras considerando la tecnología armamentística, la masa y la economía de fuerza (como El arte de la guerra de Sun Tzu [siglo V a. C.]), El arte de la guerra II de Sun Bin [traducido para occidente en 1905], Estrategia de Lawrence Freedman [1948], Tercios de Javier Esparza [2017], entre otros).

Generalmente, el ‘espacio’ es el factor determinante para los contextos sociales, económicos, tecnológicos y militares; por consiguiente, es de vital importancia que los demás aspectos de la guerra converjan en torno al análisis detallado del dominio en el que van a tener lugar las hostilidades. A diferencia de una dimensión, el ‘dominio’ es un espacio que pretende ser controlado con el uso de nuevas capacidades armadas, estrategias y doctrinas, y en el que el Estado, o los actores inmersos, compiten para generar algún tipo de control (Seebeck, 2019). Mientras que una ‘dimensión’, en un sentido conceptual estricto, es una porción de un dominio o, como lo menciona Raghu Raman (2016), es un vector proveniente del dominio que tiene su propia lógica de pensamiento. En esta medida, las armas, la tecnología, la economía, los principios de la guerra y la doctrina pueden considerarse como vectores o dimensiones.

Según Perkins (2017), el dominio es un escenario de competición y confrontación que implica el empleo de la “[...] doctrina, la organización, la capacitación, el material, el liderazgo y la educación, el personal y las capacidades de las instalaciones y los requisitos de modernización de los materiales” (párrafo 15). En tal sentido, de cada dominio se desprenden dimensiones que marcan una distinción que, a su vez, caracteriza, particulariza o especializa la forma en que se debe pensar.

Según Edmundo Gatti (1996), el dominio es un “término más difundido en derecho romano: dominium (dominio), que denota la idea de poder, de señorío, y que se relaciona con el concepto de soberanía” (p. 23). Término que también se asocia con ‘propiedad’ y ‘dueño’; desde la etimología inglesa, con ‘gobernar’; desde la francesa, con emaine, demeine, demeigne y domaine (Aleksic, 2017).

Existen diversos casos en los que las guerras se han librado en dominios unidimensionales o multidimensionales, de acuerdo con los avances tecnológicos que se poseen, y que han sido determinantes como parte integral de la gran estrategia en materia de la aplicación de nuevas tecnologías y el empleo de capacidades y doctrinas.

A continuación se relacionarán los dominios con ejemplos históricos con la intención de exponer las especificidades y complejidades que se derivan de los mismos.

Dominio terrestre

Este es un dominio de naturaleza unidimensional en el cual se libró la mayoría de las guerras en la Edad Antigua y cuyos escenarios en los que se dieron las batallas llevaron a sus protagonistas a hacer análisis que condujeron a la victoria a aquellos estrategas que supieron aprovechar el empleo de los factores misión, enemigo, tiempo, terreno y capacidad.

Adicionalmente, se desarrollaron avances tecnológicos en materia de armamento, innovación y adecuación (en cuanto al empleo de semovientes, artefactos y construcciones) y generación de nuevos métodos y técnicas para las maniobras militares, con el propósito de ser mejores en el campo de batalla. Lo anterior permitió optimizar la manera de conducir la guerra y hacerla más rápida y eficiente.

En este dominio se desarrolló gran parte de la expansión de los imperios persa, griego y romano y cuyos sitios en los que se realizaron las batallas tuvieron factores determinantes para la suerte de los ejércitos que las protagonizaron, como las estaciones del año, el clima y la geografía (Giles, 2007). Esparta es un claro ejemplo de los que mejor han aprovechado el dominio terrestre, puesto que desarrolló uno de los ejércitos más poderosos y temidos de la época, teniendo como su fuerte la experticia en la ejecución de maniobras en tierra firme y tomando como referente la contención del avance de Atenas y del Imperio persa en las guerras del Peloponeso (431-404 a. C.) y médicas (490-449 a. C.), respectivamente (Bagnall, 2006).

El principal objetivo de la comunidad era el uso de la guerra para la supervivencia y el dominio sobre los demás. A diferencia de otras ciudades griegas, que satisfacían su deseo de tierra exportando población para formar nuevas ciudades «coloniales» entre los «nativos» no griegos, los espartanos atacaban, sometían o esclavizaban a sus vecinos y compañeros griegos del sur del Peloponeso (Cartledge, 2009, pp. 13-14).

Posteriormente, con el avance tecnológico constante de la humanidad, se obtuvieron cambios en la formulación de las estrategias militares de distintas civilizaciones del mundo que les permitieron optimizar sus capacidades para ejercer mayor poder sobre sus adversarios, expandir territorialmente su poder e influencia y economizar fuerzas y recursos durante la ejecución de sus campañas. Referenciando claros ejemplos, se evidencia la dinámica de la especialidad de las armas de largo alcance que permitían atacar al oponente desde grandes distancias antes de entrar en una confrontación directa (como lanzas, flechas y catapultas), que posibilitaban reducir una gran cantidad tropas enemigas y debilitar a su contraparte a la hora del combate cuerpo a cuerpo (Gil, 2005). El manejo del terreno y las tecnologías se hacía parte del sometimiento del ejército oponente y de su derrota inminente.

Tiempo después, con el empleo de animales y la adecuación de medios de transporte para su empleo en las batallas, se realizó un salto tecnológico que expandió los conceptos de las maniobras militares de la época y les permitió ejecutarlas de una forma más rápida y efectiva. Esto lo hicieron tomando como referencia al ejército del Imperio mongol, que se expandió rápidamente por el territorio euroasiático mediante el uso de caballos o con la aparición del carro de guerra sumerio (Grousset, 2001), que contribuyó a la victoria de muchas batallas, a la expansión y a la consolidación de lo que después se conocería como el Imperio persa en el Medio Oriente, parte de Europa y África durante la Edad Antigua.

En tiempos modernos y contemporáneos, se hicieron cambios significativos en los métodos de conducir la guerra en este dominio; por ejemplo, Napoleón pudo crear y ejercer su poder en el continente europeo con mayor rapidez empleando armas de fuego y cañones de fácil transporte. Posteriormente, con la creación del tren, las estrategias en el campo de batalla se optimizaron de forma cualitativa y cualitativa (Bonnett, 2018), debido a que pudieron movilizar tropas y logística con mayor efectividad; exponente de esto es la blitzkrieg, o guerra relámpago (creada por la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial [19391945]), que permitió la expansión por toda la plataforma continental europea y el norte del continente africano (James, 1994).

En la actualidad, se han creado muchos medios tecnológicos aplicados a realizar la guerra en el dominio terrestre; sin embargo, se han empleado mayormente para llevar a cabo labores de ocupación y el ejercicio del control militar de área, pues, siguiendo la lógica de optimizar y administrar recursos para la ejecución eficiente de la guerra, existen otros medios aplicados en otros dominios que permiten doblegar la voluntad del enemigo, sin necesidad de efectuar despliegues masivos de tropas, a fin de conseguir los objetivos establecidos por los Gobiernos.

Dominio marítimo

En su inaplazable carrera por ampliar su extensión, poder e influencia hacia los territorios de ultramar, muchas sociedades de la antigüedad y de la época colonialista se vieron en la imperiosa necesidad de desarrollar tecnologías que les permitieran desplazarse por las grandes masas de agua que limitaban su expansión y cambiar o cortar rutas de importancia vital para la subsistencia. Por este motivo, comenzaron a adaptar costumbres y crear avances tecnológicos que, incluso, pudieron cambiar la cultura de estas comunidades, por cuanto se comenzaron a emplear pequeñas, medianas y grandes embarcaciones que posteriormente fueron adaptadas según las necesidades que se tenían con base en una clasificación determinada por sus diferentes propósitos (Mahan, 1890).

El asunto de la guerra no fue ajeno a estas innovaciones; por eso, también se construyeron grandes vehículos de combate fluvial y marítimo para la seguridad y la defensa de las poblaciones. Adicionalmente, este escenario hizo reflexionar a los grandes estrategas con respecto de las maniobras de combate en este dominio (no solo con lo relacionado con las embarcaciones, sino con el desempeño de los combatientes en este nuevo tipo de ambiente); en consecuencia, se formuló el concepto de talasocracia, entendida como:

La marcada diferencia entre las naciones que usaron el mar como factor estratégico para sustentar el poderío del Estado sobre aquellas que basaron su fuerza en la tierra, dio origen al no muy conocido concepto de talasocracia.

El origen etimológico de este nuevo vocablo -al igual que el de otras formas de poder como la democracia o la aristocracia- proviene de las raíces griegas thalassa (mar) y kratos (poder, gobierno). Es decir, el gobierno de una potencia marítima (Uribe, 2016, p. 41).

Algunas de las talasocracias más relevantes y conocidas a la fecha son el Imperio británico, Francia y España, los cuales tuvieron el control de los territorios y recursos de América, África y algunas partes de Asia. No obstante, mucho antes del periodo de colonización del Nuevo Mundo, los europeos ya tenían rutas marítimas con flotas militares y mercantes que realizaban actividades comerciales con el lejano oriente y que, por causa de las prácticas de la navegación, dejaron obsoleta a la ruta de la seda, al poder hacer desplazamientos mucho más rápidos y eficientes (Uribe, 2016).

Aunque la navegación ha sido una actividad que el hombre ha efectuado desde la Edad Antigua, tiene mucha relevancia en la actualidad, pues es cierto que, históricamente, el control efectivo de las aguas marinas y submarinas de los países que poseen mar tiene por consecuencia la expansión de su poder e influencia. Hoy en día, siguen contribuyendo significativamente en el desarrollo de estos, en otros campos (como la economía) y le otorgan una importancia estratégica a este dominio por sus incidencias multidimensionales (positivas o negativas) en sus stakeholders.

Dominio aéreo

El sueño del ser humano siempre había sido tener la capacidad de volar, hasta que los hermanos Orville y Wilbur Wright realizaron el primer vuelo en un aeroplano diseñado, construido y probado por ellos mismos (a principios del siglo XX) y que Charles Lindbergh llevó a cabo el primer vuelo transatlántico (en 1927). A raíz de la aparición de un medio de transporte que podía realizar desplazamientos mucho más largos, rápidos, eficientes y cómodos que un vehículo terrestre o marítimo (Jovanovich, 1970), estos se convirtieron en los principales catalizadores para el desarrollo masivo y acelerado de la industria aeronáutica a nivel mundial.

Dicho aspecto de modernización, y de nuevo dominio, revolucionó la forma de concebir la vida. Esta nueva herramienta cambió significativamente el sistema establecido por la sociedad de la época, puesto que el mundo ya se encontraba conectado por rutas terrestres y marítimas. El control del dominio aéreo aceleró todos los procesos socioeconómicos, políticos y militares; además, el empleo de la aviación ha tenido un papel notable en las guerras del siglo pasado y en los conflictos de la actualidad.

El ejemplo por excelencia de una guerra desarrollada en este dominio fue la batalla de Inglaterra, entre la Luftwaffe del ejército nazi en la Segunda Guerra Mundial (quienes pretendían realizar un sometimiento al pueblo británico mediante bombardeos aéreos a gran escala y en sitios estratégicos para una posterior invasión terrestre) y la Royal Air Force del Reino Unido. La virtud del poder aéreo fue ejercer su soberanía. Soportaron y repelieron los ataques enemigos mediante el uso de estratagemas militares y el empleo óptimo de su poderío aéreo, lo que dejó como resultado cerca de 1800 aviones alemanes derribados y 1100 de los británicos y se puso un freno a la expansión de las tropas de Hitler hacia el occidente (Jackson, 1978).

El avance cualitativo de la industria armamentística del mundo en materia aeronáutica ha permitido que ya no se libren las grandes batallas aéreas en las que el factor masa era un componente relevante y en las que se ponía en riesgo la vida de muchos combatientes en este dominio. En la actualidad, se han optimizado los sistemas de aviación y antiaéreos con el objetivo de que las fuerzas aéreas del planeta puedan cumplir sus misiones operacionales de ataque o de defensa; por esta razón, ya existen aeronaves con capacidades de alcanzar grandes alturas y velocidades supersónicas, algunas de ellas piloteadas de forma remota y con tecnologías de ciberataque y defensa. El ejercicio del poder aéreo de los países más poderosos del mundo dio pie al desarrollo de la tecnología aeroespacial mostrada durante la Guerra Fría (1948-1991).

Dominio espacial

El ‘cuarto dominio’ se consolidó en el desarrollo de la llamada ‘Guerra de las Galaxias’, una iniciativa de la estrategia de defensa de los Estados Unidos (EE. UU.) (Bunge, 1986); específicamente, en la carrera espacial de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los EE. UU. Así, durante la Guerra Fría, la humanidad fue testigo de la pugna entre las dos superpotencias de la época por la hegemonía del mundial.

En el periodo que comprende desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta los años 90 sostuvieron una confrontación armada directa; no obstante, el pulso de poder se llevó a cabo mediante otros medios de los países del mundo (como los sistemas políticos, sociales y económicos). Por tal motivo, los EE. UU. y la URSS se enfocaron en desarrollar la tecnología necesaria para marcar los hitos que parecían imposibles de lograr en esa época y que fueran superiores a los de su adversario (Miller, 2003).

Por una parte, la URSS logró poner en órbita al Sputnik (el primer satélite fabricado por el hombre) y que Yuri Gagarin fuera el primer humano en salir del planeta; por la otra, los EE. UU. lanzaron las misiones Apolo (que llevaron a varias tripulaciones a la luna con un módulo espacial y un vehículo que les permitió realizar expediciones con fines científicos) (Ringelheim, 2003). Se destaca que el espacio no terrestre pasó a ser un dominio porque fue necesario construir un sistema armamentístico nuclear en el espacio exterior que sirviera como medida de disuasión ante cualquier amenaza.

En lo referente a las leyes de seguridad espacial, doctrinas y políticas, ha existido un desarrollo progresivo del marco jurídico para las actividades espaciales; en la actualidad existen cinco tratados espaciales en vigor. Empero, no hay ningún instrumento jurídicamente vinculante que prohíba el uso y despliegue de armas en el espacio exterior. De este modo, la ecuación desarmearmamentismo se encuentra en constante tensión, en la eterna dicotomía cooperación-conflicto; de igual forma, se debe mencionar que en la actualidad existen diez actores que cuentan con capacidad de lanzamiento independiente (López, 2010, p. 186).

Lo anterior sirve para evidenciar que no existen restricciones que prohíban el empleo de armas ni el desarrollo de operaciones militares en este dominio; además del hecho de que hay múltiples tratados de cooperación entre este país con China, Rusia y la Unión Europea, con la intención de seguir realizando avances científicos en este campo. Empresas de carácter privado, como SpaceX y Virgin, tienen el propósito de realizar actividades de investigación científica y actividades económicas como la minería espacial y el turismo fuera del planeta. Por ejemplo, SpaceX ya realizó su primera misión espacial exitosa y su próximo objetivo está enfocado en el planeta Marte.

Dominio cibernético

Un fenómeno de múltiples alcances tuvo lugar a finales del siglo XX: la globalización. La humanidad presenció una nueva revolución tecnológica sin precedentes, con la aparición y el empleo de la internet, lo que permitió replantear todos los procesos industriales que se tenían a la época y mejorar la calidad de vida de las personas, pues, a partir de ese momento, se podrían realizar actividades de forma instantánea y sencilla (Millán, 2018).

Sin duda alguna, la invención de dispositivos electrónicos portátiles (como computadores y celulares) y su posterior acoplamiento con la internet y la creación de las aplicaciones y las redes sociales han tenido gran repercusión en la cultura de las personas, debido a que nunca antes se había podido tener tantas facilidades para hacer cosas diversas en cualquier momento y lugar (desde publicar una opinión hasta llevar a cabo transacciones bancarias); en consecuencia, esto impulsó nuevas formas de trabajo digital, el desarrollo del comercio electrónico y la optimización de la educación por medios virtuales. Al respecto, se cita:

Hasta ahora, articular la naturaleza y la doctrina de las operaciones en el dominio cibernético ha sido difícil. Eso no es menos importante porque muchos de los elementos físicos y lógicos subyacentes son actualmente, y cada vez más, concebidos, financiados y construidos por compañías de tecnología, no gobiernos, y en países extranjeros, lo que refleja intereses comerciales, no nacionales (Seebeck, 2019, párrafo 9).

En este dominio también se han realizado acciones y prácticas referentes a la guerra, como distintos tipos de boicots hacia uno o más actores con el fin de someterlos a voluntad. Esto se ha visto facilitado debido a la automatización de la mayoría de los procesos socioeconómicos de una sociedad; en consecuencia, el hecho de no contar con los medios y mecanismos de defensa adecuados para contrarrestar las amenazas se ha convertido en una vulnerabilidad tangible.

Con base en lo anterior, es pertinente afirmar que, en la actualidad, se pueden generar confrontaciones indirectas, es decir, no hacer uso de la fuerza armada y evitar la confrontación directa. Las estrategias inteligentes (smart power) son un ejemplo para imponer un interés, como el uso de medios digitales para interferir, influenciar o desestabilizar elecciones democráticas; el empleo de medios de comunicación para trastornar la realidad; e, incluso, el manejo de medios tecnológicos para sabotear el fluido eléctrico (considerado bien estratégico para la supervivencia humana). En pocas palabras, la guerra se puede manifestar en diferentes escenarios y contemplar múltiples medios (White, 2014). Por lo tanto, es esencial destacar la importancia de la defensa de acuerdo con las amenazas emergentes en las nuevas dimensiones.

También existen personas y grupos radicales con fines ideológicos, políticos, económicos y religiosos extremistas que han empleado este nuevo dominio para ejecutar actividades ilícitas que van desde el robo de cuentas bancarias hasta el tráfico de personas. Por esta razón, países como Colombia han establecido en su Fuerza Pública unidades especializadas en combatir el cibercrimen proveniente de agentes extranjeros y locales que quieran alterar el funcionamiento normal del sistema gubernamental y privado del país. Tácticas como espiar, manipular o dañar, ahora pueden ser realizadas por otros medios (como el software) y se consolidan como un escenario multidimensional de interés estratégico.

Dominio logístico

Este dominio de alcance multidimensional hace referencia a la capacidad que se tiene en materia de talento humano, los medios y modos de realizar la guerra y al manejo eficiente y eficaz de los recursos con los que cuentan los actores involucrados en un conflicto. A lo largo de la historia, esto también ha sido un factor determinante en el resultado de las confrontaciones armadas, pero, en los últimos 20 años, ha adquirido importancia significativa en las agendas de los Gobiernos (Irurozqui, 1965).

¿Cuándo pasó la logística a ser un dominio? Repensado en EE. UU., el dominio logístico se encuentra relacionado con las llamadas ‘guerras de desgaste’ y ‘guerras asimétricas’, debido a que, en la actualidad, las amenazas han sufrido continuas mutaciones y, por ende, el sistema de suministros se ha convertido en un factor importante. Así, hoy por hoy, el mercado es un escenario multidimensional que los Estados buscan controlar y está relacionado con las llamadas ‘guerras de cuarta generación’, las cuales integran la mayoría de las guerras modernas (Ruiz, 2010).

[...] Menudos ignorados en las discusiones sobre estrategias de defensa nacional y no reconocidos explícitamente como tales, son la guerra económica y educativa. En economía, el desafío de la seguridad nacional puede evaluarse en términos de comercio e investigación internacionales que conducen a nuevos productos, servicios y crecimiento [.] Primero, necesita a alguien en su personal de planificación militar que entienda la economía, el comercio marítimo y, sobre todo, los seguros. En segundo lugar, necesita la capacidad de generar un impacto. El primer problema es la parte difícil. Si eres inteligente y astuto, y tienes una fuerza motivada, la segunda parte es razonablemente factible (US Naval Institute, 2019, pp. 1-6).

El análisis de este dominio por parte de los estrategas de la guerra ha hecho que surjan muchos conceptos que describen la forma en la que se pueden librar conflictos frente a adversarios considerados como superiores en logística y experticia en todos los dominios mencionados anteriormente. Son muchos los ejemplos de esta en la guerra popular prolongada de Mao Tse Tung contra el Imperio chino, la blitzkrieg alemana o la Operación Tormenta del Desierto de los EE. UU. durante la guerra del Golfo (1990-1991), conflicto que expone la manera en la que un despliegue logístico formidable favoreció la economía de fuerzas, la rapidez y la contundencia de los golpes sobre el adversario.

La naturaleza de estos conflictos, que parece que serán los predominantes en el futuro próximo, exige de las estructuras logísticas un grado de flexibilidad muy superior al exigido en el pasado, ya que tendrán que apoyar a unidades que de forma sucesiva o simultánea realizarán operaciones de combate, de contrainsurgencia, de estabilización o de ayuda humanitaria, con lo que sus necesidades serán complejas y cambiantes (Ruiz, 2010, p. 86).

Teniendo en cuenta lo anterior, se entiende que las guerras futuras que se desarrollen en este dominio estarán ligadas a dos objetivos principales: ejercer el control y la soberanía de un territorio propio y realizar trabajos de consolidación y control en territorios adyacentes que le sirvan a los fines del empleador. Además, estarán enmarcadas dentro de las guerras de cuarta generación, donde la optimización de los recursos y la eficacia en el empleo de los mismos jugarán un papel importante en el transcurso de las mismas; sobre todo, si se tratase de contiendas de carácter asimétrico en las que existe una desventaja en las capacidades de un actor frente al otro.

El dominio biológico en el sistema internacional

Dominio biológico

Aunque no se le ha dado un nombre que catalogue al nuevo dominio, este hace referencia a asuntos relacionados con el escenario de conflicto en el que se emplean microorganismos (tales como virus, gérmenes y bacterias) como armas para realizar la guerra. Un método de guerra que no es moderno y que antes se consideraba como un medio para las confrontaciones, pero que, con los avances tecnológicos en la biología molecular, se consolida como un nuevo dominio interés nacional.

En la actualidad, los actores relacionados directamente con un conflicto emplean medios y métodos que están prohibidos por el Derecho Internacional Humanitario, como la llamada ‘guerra química’ (una tipología que emplea métodos sutiles y en espacios difusos). Al respecto de la guerra de agentes y patógenos biológicos, se afirma que:

Un bioagente es un organismo, como una bacteria, virus, parásitos, hongos, etc., una toxina u otro material biológico con capacidad de afectar la salud de los humanos de diversas formas [...] Los agentes biológicos pueden ser utilizados como un tipo de arma para generar daños a la población mundial en la llamada guerra biológica, y a la vez constituir un elemento principal en el bioterrorismo (Benítez, Artiles, Victores, Reyes, Gómez y Calderón, 2018, p. 22).

Lo citado sugiere que los agentes biológicos son un asunto mucho más peligroso de lo que se piensa. Según Benítez, Artiles, Victores, Reyes, Gómez y Calderón (2018), existen más de 1200 tipos de agentes biológicos (conocidos como armas bacteriológicas) que pueden ser diseñados con inteligencia que pondría en riesgo potencial al ser humando, de ser empleados en un conflicto, puesto que se convierte en una variable que no se puede controlar (por el hecho de que no tiene capacidad de discernimiento); por lo tanto, sus efectos son devastadores para los animales, vegetales y ser humanos. Así mismo teniendo en cuenta que algunos agentes biológicos tienen la capacidad de dispersarse, reproducirse y mutar con gran rapidez, estos pueden causar graves daños de alcance multidimensional.

A pesar de que se piensa que este método o dimensión para realizar la guerra es contemporáneo, realmente es mucho más antiguo de lo que parece, pues se tienen registros históricos en los cuales se han empleado sustancias y agentes biológicos como medio para doblegar la voluntad del adversario.

En el siglo XIV, durante la expansión del Imperio mongol, se utilizaron cadáveres de animales y personas enfermas como cargas de lanzamiento de sus catapultas disparadas hacia las ciudades fortificadas. En principio, se buscaba el acceso y una ocupación rápida y efectiva. En el siglo XX, también se registró una de las pandemias más conocidas por la humanidad (la gripe española), que tuvo un impacto mucho más devastador que la Gran Guerra (1914-1918), con la implementación del gas pimienta y gas cloro (Benítez, Artiles, Victores, Reyes, Gómez y Calderón, 2018).

Desde el comienzo del milenio hasta la actualidad, se ha tenido conocimiento del empleo de bacterias, como el ántrax, con fines terroristas en los EE.UU. y de algunos brotes epidémicos que se han dispersado en diferentes países e incluso han traspasado sus fronteras, como el virus del síndrome agudo respiratorio (SARS) y la gripe aviar en el sudeste asiático; el ébola, en África; la gripe porcina (H1N1), en Latinoamérica; y el más reciente, que tuvo un alcance intercontinental: el SARS-CoV-2, conocido comúnmente por el nombre de la enfermedad (COVID-19).

El hecho de ser considerado como un nuevo dominio es por causa del impacto humanitario que provoca el empleo de gérmenes a una escala microscópica; es decir, un nuevo escenario de experimentación y dominio. Este dominio ha desafiado las percepciones tradicionales de las hostilidades entre Estados e individuos. Se podría afirmar que el dominio biológico es un escenario que enfrenta al Estado y la sociedad y que se trata de otra forma de guerra. Ahora bien, mientras no existan reglas de enfrentamiento ni tratados al respecto, se trata de una lucha audaz y flexible para la cual se deben empezar a preparar las Fuerzas Armadas.

Otro aspecto es el impacto multidimensional, debido a que se ha causado sobre los otros dominios que hacen parte de la estrategia conjunta para afrontar los escenarios de crisis. Es así que los dominios terrestre, marítimo, aéreo, cibernético y logístico requieren una estrategia multidominio que permita contener una nueva amenaza que hasta la fecha sigue siendo incierta.

El origen del nuevo coronavirus, al igual que sus antecesores patógenos, puede pensarse de dos formas: manipulación humana intencional en laboratorios o producto indirecto de las dinámicas sociales que causa el ser humano a la vida. No obstante, los virus respiratorios que se transmiten entre animales hacia los humanos en un proceso denominado ‘zoonosis’ son el mayor problema que preocupa a los científicos debido a su difícil detección y control (Máttar, Visbal y Bermúdez, 2000). La diseminación, los síntomas en el organismo y la letalidad son los riesgos potenciales que se encuentran fuera de los alcances del Estado y, por lo tanto, requieren esfuerzos para preparar un cuerpo de profesionales y especialistas en ese campo.

En tal sentido, los efectos derivados de la pandemia tienen múltiples alcances, y su incidencia se manifiesta en los aspectos sociales y económicos (refiriéndose a la persona en comunidad) hasta los aspectos médicos y psicológicos de los individuos, como un efecto dominó, ya que las consecuencias tienen repercusiones en las principales áreas del ser humano como especie. Por ejemplo, los efectos de la pandemia en Colombia pueden catalizar los problemas prexistentes del conflicto armado interno (como la violencia e inestabilidad), por causa de las repercusiones negativas en la economía —dimensión importante que converge con la dimensión de la seguridad y convivencia, social, sanitaria, entre otras— (Escobar y Salamanca, 2009).

Más allá de lo que signifique la manipulación de los microorganismos y agentes biológicos, en una guerra se busca el dominio, el control de los recursos, la generación de una supremacía o influenciar la agenda internacional mediante la imposición de los intereses nacionales, sin importar los medios y métodos. Sin duda alguna, la pandemia ha permitido que unas potencias económicas se reconfiguren como líderes en el sistema internacional, mientras que otras deben redirigir su política exterior (al repensar su rol en los mercados internacionales).

Al igual que otras guerras, el objetivo es reestructurar las relaciones de poder en los diferentes campos de acción (económico, social, militar, político, etc.) y la forma más sencilla son las crisis internacionales, especialmente aquellas que afecten el flujo económico mediante la quiebra de la competencia, la generación de crisis de desempleo y la siembra de inestabilidad social por causa de la incapacidad de los Gobiernos para afrontar los problemas sociales que amenazan la vida de sus conciudadanos. Como en toda guerra, se generarán episodios de ansiedad, depresión y otros problemas psicológicos; de hecho, las guerras modernas se desarrollan en otros medios, involucran nuevos actores y articulan otras guerras existentes (química, psicológica, híbrida, irrestricta, comunicación, información).

Aunque esta pandemia ha producido grandes consecuencias negativas y de carácter multidimensional, es de resaltar que también provocó algunos efectos positivos en el sistema laboral de los países denominados ‘en vía de desarrollo’, por cuanto se vieron forzados a salir de su zona de confort y adoptar medidas (como el teletrabajo, el estudio virtual y el comercio electrónico) como medidas proteccionistas en función de sus empresas y empleados.

Uno de los aspectos para la reconfiguración del poder puede estar argumentado en la alteración de la economía en el año 2020. Se espera una recuperación constante a nivel mundial entre el 2021 y el 2022, esto a razón de que muchos empresarios tendrán que adaptarse al escenario planteado por la pandemia y tendrán que repensar la forma de realizar los procesos comerciales y económicos en función de las empresas digitales y de las operaciones de logística a nivel global. Como resultado, se evidenciará una confrontación de intereses económicos, como una suerte de guerra económica; así las cosas, el Estado que mejor se adapte a las fluctuaciones de los mercados, podrá sobrevivir.

El estado de cuarentena a nivel mundial puso en evidencia otro efecto positivo en el medio ambiente, pues con las medidas de confinamiento que se tomaron de forma simultánea en los diferentes países del mundo se registró una reducción sustancial en las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, lo que permitió mejorar la calidad del aire de las grandes ciudades y la llegada de animales a aquellas zonas que suelen estar ocupadas por el humano (en actividades de transporte, turismo, pesca industrial y explotación de recursos en superficies marinas y submarinas). Esta situación hace replantear la necesidad de unificar esfuerzos en pro de la conservación de los ecosistemas y la mitigación de otra amenaza inminente: el cambio climático.

Consideraciones generales sobre el séptimo dominio en la coyuntura internacional

La COVID-19, al igual que la gripe española, tuvo un origen incierto. Todavía no existe una versión oficial que corrobore el origen de virus o que explique su rápida evolución y propagación o precise sus consecuencias en la salud de las personas a largo plazo. Por ende, se han generado discordias que han puesto en duda la verosimilitud de algunos organismos, como la Organización Mundial de la Salud (OMS). El debate internacional gira en torno de las versiones contradictorias de la evolución de la pandemia, las cuales involucran al Gobierno de China y reiteran las críticas al manejo de sus experimentos biológicos y su laxa bioética científica (Cong, 2016).

Otro aspecto importante a resaltar es el rol de los medios de comunicación frente la represión hacia sus ciudadanos, debido a que durante la propagación de la pandemia el Gobierno chino manejó displicentemente la información del brote. A lo anterior se le ha sumado el distanciamiento del sector salud de ese país. Las reiteradas controversias han impedido identificar los datos clave y, como resultado, han evidenciado la negligencia del Gobierno (liderado por el presidente Xi Jinping) y su responsabilidad en la propagación del virus a escala global.

Ante la alarma emitida por los organismos internacionales por la inminente propagación del SARS-CoV-2, los gobernantes han tenido que tomar algunas medidas con el fin de reducir el impacto provocado por la pandemia. Además, teniendo en cuenta que algunos Gobiernos fueron más estrictos que otros, se ha podido evidenciar los resultados de la gestión en la cantidad de contagios y decesos causados por la COVID-19, al tener que ir priorizando la protección de la salud de los habitantes o la economía.

Para los Gobiernos, sin duda alguna, la cultura ciudadana de sus habitantes tuvo un papel fundamental dentro de los delineamientos de las normas y reglas para la gestión, el control y la contención de los efectos causados por la COVID-19 en sus territorios. En casos específicos, se tomaron medidas más laxas y se promovió la pedagogía, como estrategia principal para concientizar a las personas de tomar todas las precauciones pertinentes para evitar la propagación del virus.

Finalmente, se podría afirmar que se está ante un nuevo escenario de confrontación que no implica necesariamente la vía armada, sino que se trata de un nuevo dominio en el que los Estados deben competir empleando diferentes medios. Así mismo este dominio presenta un abanico multidimensional de posibilidades relacionadas con la bioseguridad del ser humano, lo cual implica el cuidado, asegurar la vida y garantizar el bienestar de la población (fuente de poder principal y elemento que integra el Estado). Por ello, el repensar la guerra a una microescala biológica implica disponer de la ciencia, la tecnología y la innovación en la defensa de sus intereses. Hoy en día, lastimosamente, en las sociedades modernas y dependientes del capitalismo, la guerra se desarrolla de manera inteligente y busca afectar el centro de gravedad principal: los mercados y la economía.

Conclusiones

La pandemia de la COVID-19 ha evidenciado que la humanidad no está preparada para enfrentar un escenario en el que los microorganismos propagadores de enfermedades sean protagonistas en conflictos armados futuros (menos aún, el empleo de armas biológicas en ellos). Históricamente, se han tenido ejemplos de que ha habido brotes masivos de enfermedades en la sociedad y que nunca se ha podido responder de una manera eficaz ante estos eventos, debido a que son variables que no se pueden controlar efectivamente y, por lo mismo, se convierten en un peligro potencial para la supervivencia de los seres vivos en el planeta Tierra.

Es necesario que el sistema internacional plantee al séptimo dominio como un escenario de inminente eventualidad en el futuro, que permita el desarrollo de un derrotero de estrategias que fortalezcan el trabajo interdisciplinario, conjunto e interagencial a fin de llevar a cabo más investigación con respecto de este tema para poder mejorar la gestión de situaciones de riesgos y amenazas por consecuencia de epidemias y pandemias; de esta forma, se garantizaría una acción rápida y contundente para poder mantener la estabilidad del sistema.

En estos momentos, el sistema internacional se encuentra en un escenario muy parecido al que se vivió durante la Guerra Fría, con la única diferencia de que los Estados Unidos, Rusia, China y la Unión Europea no están compitiendo en una carrera armamentística o espacial, sino sanitaria, con la intención de descubrir una vacuna totalmente efectiva contra el coronavirus que le permita a la humanidad volver a retomar su estilo de vida y que, eventualmente, les garantice a estos actores obtener reconocimiento internacional.

1 Artículo de reflexión.

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