Artículo

Revista Estudios en Seguridad y Defensa 10(20): 19-28, 2015

Península del Sinaí: nuevo frente para la Yihad1

RAFAT AHMED GHOTME GHOTME2, LINA FERNANDA PALACIOS VILLARRAGA3

 

1 Este artículo de reflexión es producto de una investigación titulada “Neo-Mubarakismo: el autoritarismo renovado al servicio de los intereses de la política interna y las relaciones internacionales de Egipto”, registrada en el Centro de Investigaciones de la Facultad de Relaciones Internacionales (UMNG). Línea de Investigación: Estudios Internacionales y Políticos. Código: INV-EES-1897.
2 Director de la Investigación. Candidato a Doctor en Historia. Magíster en Historia. Profesional en Relaciones Internacionales. Profesor Asociado e Investigador de la Facultad de Relaciones Internacionales, Universidad Militar Nueva Granada (UMNG). Contacto: rafat.ghotme@unimilitar.edu.co
3 Integrante del Semillero de Investigación. Estudiante de IX semestre del programa de Relaciones Internacionales y Gobierno de la Facultad de Relaciones Internacionales, Universidad Militar Nueva Granada (UMNG). Contacto: U0901689@unimilitar.edu.co.

 

Recibido: 20 de agosto de 2015
Aprobado: 30 de noviembre de 2015

Resumen

El propósito de este artículo es mostrar cómo ha evolucionado el espectro islamista radical en Egipto tras la “Primavera” en ese país. Se mostrará que los factores preponderantes que inciden en la formación y desarrollo de grupos yihadistas son el autoritarismo y la crisis social y económica desatada en Egipto y específicamente en la Península del Sinaí. Para ello se recurrirá a una metodología que consiste en el uso de fuentes que recogen las principales acciones y discursos de los actores relevantes de esta investigación, tales como registros históricos, artículos de expertos en yihadismo y las páginas web de las organizaciones yihadistas que operan en la Península del Sinaí.


Palabras claves: Autoritarismo, Oposición, Represión, Islamismo, Primavera Egipcia.


Sinai Peninsula: A new front for Yihad.

Abstract

The purpose of this article is to show how the radical islamist spectrum in Egypt after the “spring” in that country. It will be shown that the most important factors that affect the formation and development of jihadist groups are the authoritarianism and the social and economic crisis unleashed in Egypt, specifically, in the Sinai Peninsula. In order to fulfill the purpose of this article, a methodology that consists in the use of sources that gather the principal actions and discourses of the relevant actors of this investigation, such as historical registers, articles of scholars with expertise in jihadism and the web pages of the jihadist organizations that take operations in the Sinai Peninsula.


Keywords: Authoritarianism, Opposition, Repression, Islamism, Egyptian Spring.


Introducción

A partir de 2010 las sociedades de diferentes países árabes manifestaron su inconformidad con respecto al ejercicio del poder autoritario a través de movilizaciones sociales que buscaban revindicar la dignidad y libertad del ciudadano. Las demandas reprimidas históricamente por los regímenes dieron lugar a lo que se conoce como Primavera Árabe. En el caso específico de Egipto las manifestaciones en la plaza de Tahrir que llevaron al derrocamiento de Hosni Mubarak en 2011, se llevó a cabo una transición por los militares que permitió mantener la estructura autoritaria pero cambiando algunas condiciones que permitieron el ingreso al gobierno por vía democrática de la oposición representada por la Hermandad Musulmana. Sin embargo, en julio de 2013 los militares llevarían a cabo un golpe de Estado que restituyó las viejas prácticas autoritarias, reprimiendo e ilegalizando a la oposición -la Hermandad Musulmana, el Movimiento 6 de abril, Wasat, entre otros-.

A pesar de que las motivaciones religiosas desempeñaron un rol secundario en la convocatoria a las movilizaciones y los posteriores acontecimientos, es importante señalar que durante el inestable proceso de transición al nuevo ciclo aparentemente más democrático se presentaron condiciones legales, sociales y políticas óptimas para la gestación y la implantación formal de un frente más compacto para la Yihad en la Península del Sinaí. Durante este periodo también se dio el retorno de antiguos líderes de grupos yihadistas que fundaron nuevos grupos o fortalecieron los existentes. A pesar de que los islamismos en Egipto no son una novedad, el fortalecimiento de este frente yihadista fue notorio durante la transición y posterior consolidación del gobierno golpista de Abel Fatah al-Sisi, recurriendo no solo a un discurso anti-sionista y anti-imperialista, sino también en contra del autoritarismo prevaleciente en Egipto (Joscelyn, 2014).

El propósito de este artículo es mostrar cómo ha evolucionado el espectro islamista radical en Egipto tras la “Primavera” en ese país. Se mostrará que los factores preponderantes dentro que inciden en la formación y desarrollo de grupos yihadistas son el autoritarismo y la crisis social y económica desatada en Egipto y específicamente en la Península del Sinaí. Para ello se recurrirá a una metodología consiste en el uso de fuentes que recogen las principales acciones y discursos de los actores relevantes de esta investigación, tales como registros históricos, artículos de expertos en yihadismo y las páginas web de las organizaciones yihadistas que operan en la Península del Sinaí.

Marco conceptual

Esta investigación está basada en el estudio del autoritarismo como factor causal del ascenso de los grupos yihadistas ubicados en el norte de la Península del Sinaí, cuya importancia no solo radica en los efectos que puede tener para la seguridad regional sino para la estabilidad política en Egipto. También pretende abarcar otros factores que inciden en dicha problemática como el nacionalismo y el islamismo.

Autoritarismo

El autoritarismo se puede entender como una forma de gobierno contrapuesto a la democracia, donde un líder carismático o una burocracia estatal atada a ese líder buscan jerarquizar la sociedad e imponer un orden definido por lo que ellos consideran como el verdadero interés nacional. El tipo de autoritarismo que prima en Egipto es el burocrático militar, ya que el poder se concentra en los militares, quienes asumen el mando “civil” (a través de golpes de Estado o detrás de escena) y a partir de estos se crea una relación entre el poder que ellos recrean y las Fuerzas Militares (Linz, 2000; Schedler, 2006).

El autoritarismo burocrático militar suele tener apoyo popular gracias al discurso nacionalista que justifica la superioridad de los intereses nacionales frente a los derechos y libertades individuales (Senegal, 2013). Asimismo, bajo formas de democratización, los regímenes autoritarios maquillan con elecciones una supuesta estructura democrática en la que se violan los derechos humanos en nombre de la seguridad, obteniendo de ese modo cierto grado de aceptación internacional.

Aunque el Estado está disociado de la sociedad, el vínculo que se crea entre estos se da normalmente a través de políticas asistencialistas o paternalistas -como el otorgamiento de subsidios. Ello implica que las masas otorgarán su apoyo a las élites gobernantes, en una dinámica donde se celebran “elecciones multipartidistas” bajo el principio del sufragio universal. Sin embargo, estas son mínimamente competitivas. En los sistemas políticos autoritarios existe un pluralismo limitado y los partidos y los movimientos sociales que ejercen una verdadera oposición son cooptados. A la oposición cooptada o legal se le otorgan pocos escaños, mientras que los movimientos que no aceptan ese estatus se convierten en blanco de represión selectiva, sufren por la vulneración de los derechos políticos y las libertades civiles y se les restringe el acceso a los medios de comunicación (Schedler, 2006).

Durante la elección de Mohammed Mursi como presidente de Egipto, como candidato de la Hermandad Musulmana, es posible afirmar que el sistema político entró en una etapa de autoritarismo competitivo (Levitsky & Way, 2002). En este el régimen político infringe repetidamente los principios básicos de la democracia -derecho a elecciones abiertas, libres y justas, además de los derechos políticos y las libertades civiles y el control de la sociedad de los líderes- pero no se eliminan del todo tales principios. En ese sentido, los militares que administraron la transición en Egipto dieron a la oposición una mínima posibilidad de llegar al poder, aunque la Hermandad se vio enfrentada a una relación asimétrica con las autoridades militares. 

Islamismo

Por otro lado, los movimientos islamistas surgen para hacer frente a ese estado de cosas. En el aspecto político, los movimientos islamistas consideran que el individuo es despojado de sus derechos en función del poder autoritario, que promueve la ruptura nacional en dos sociedades “diferentes”, la nación secular y el Islam (Ghalioun, 1999).

En el caso egipcio, existe una esencia dual entre secularismo y el apego a los valores del Islam que ha prevalecido en la historia moderna de Egipto. Este es un patrón recurrente en el que la aplicación de la ley Sharia (islámica) por parte de las autoridades religiosas o seculares se hace sin la necesidad de imponer una Constitución Islámica. Este dualismo obedece en parte a las preferencias e identidades de la población y las élites religiosas, y la Hermandad Musulmana, a pesar de no distanciarse mucho de ese patrón, estaba inclinada a consolidar o darle prelación a la naturaleza islámica de Egipto.

Las sociedades arabo-musulmanas, a pesar de promover sus tradiciones, no niegan la necesidad de modernizarse, pero al estar subordinadas a gobiernos que coartan cualquier intento de conciliación entre la tradición y la modernidad, disminuyen las posibilidades de regenerar el Estado y por consiguiente la política. En estas condiciones el islamismo surge como una reacción de la sociedad civil reprimida, sin libertades y sin garantías políticas basada en el Islam; adicionalmente buscan modernizarse con sus particularidades y relegar el modelo colonial impuesto (Ghalioun, 1999).

Primavera egipcia

En 2011 Egipto inició un proceso de transición a la democracia. Las movilizaciones iniciaron el 25 de enero de 2011 tras el impulso dado desde Túnez. En Egipto hubo causas estructurales específicas: el creciente descontento social derivado de la ineficiencia del régimen del dictador Hosni Mubarak para generar políticas públicas eficientes; pérdida de cohesión dentro del mismo régimen, dada desde principios del siglo XXI con la ruptura entre la vieja guardia militar que pretende mantener sus privilegios y los actores económicos que buscan reformas neoliberales liderados por Gamal Mubarak, hijo de Hosni Mubarak (Gonzáles, 2014).

Las masas que se movilizaron estaban conformadas principalmente por jóvenes educados que capitalizaron los nuevos canales de información, además de sindicalistas y campesinos desposeídos. Estos también mostraron su descontento con las políticas neo-liberales y la dependencia económica del Estado frente a actores externos (Gonzáles, 2014) que condujeron a la pobreza a más del 50% de la población (CESR, 2013). Los islamistas entraron en escena cuando las protestas se convirtieron en una movilización multitudinaria. Los Hermanos Musulmanes se abstuvieron de tener una participación como organización dentro de las protestas, aunque muchos de sus miembros más jóvenes participaron en estas, mientras los salafistas, que en principio rechazaron el levantamiento, luego se sumaron a las dinámicas de cambio (Gonzáles, 2014).

Cuando derrocaron a Mubarak, los militares a través del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas definieron una hoja de ruta para la transición que tenía cuatro fases: convocatoria a referéndum, declaración constitucional, celebración de elecciones parlamentarias y la elección de la Asamblea del Pueblo para redactar una nueva constitución. Sin embargo, los manifestantes salieron a las calles nuevamente ante las medidas de los militares, como la disolución de la Asamblea del Pueblo y a la anulación de la Ley de Aislamiento Político para abrir espacio a la candidatura de Shafik, el representante simbólico del militarismo en las elecciones presidenciales de 2012 (Gonzáles, 2014).

Quien sufriría más por la disolución de la Asamblea seria la oposición mayoritaria identificada con el ideario islamista (Hermandad Musulmana, Partido Nour). Sin embargo, dichos actores optaron por la moderación y apuntaron a ganar las elecciones presidenciales. Se presentaron trece candidatos de los cuales pasaron a segunda vuelta el ex general Ahmed Shafik y Mohamed Mursi. Este ganó en medio de un alto grado de polarización enfrascado en la pérdida de peso político de los Hermanos Musulmanes, la falta de cultura de voto y de preparación de los nuevos actores políticos. Los militares buscaron mantener el poder tras la victoria de Mursi, quienes se habían adelantado con la Declaración Constitucional que le permitía dotarse de poderes que a su vez limitaban las capacidades del presidente (Gonzáles, 2014).

Durante el gobierno de Mursi se creó una ambigüedad en el sistema político que hizo difícil articular las demandas de los distintos sectores políticos egipcios. Por un lado se exacerbaron las diferencias entre la Hermandad y otros islamistas insatisfechos con la moderación de Mursi, y por otra parte la oposición secular le increpó la naturaleza islamista de su política. En parte, esa ambigüedad, junto al estancamiento de la economía y las prácticas corruptas del gobierno, produjo el descontento de un sector de la población, que salió a protestar el 29 de enero de 2013 bajo la denominación de Tamarod (Rebelión) exigiendo la renuncia de Mursi (Witte 2013).

Sin embargo, esas manifestaciones surgieron gracias a los esfuerzos de los militares para debilitar al gobierno, además de su participación directa en el fomento y financiación de las protestas (Marshall, 2015).

La relación entre Mursi y al-Sisi no se acomodaba al acostumbrado statu quo entre el poder de los “civiles” y las Fuerzas Armadas, que durante décadas habían mantenido una posición de lealtad, pero no de sumisión al gobierno. Los militares, que no estaban dispuestos a ser controlados o a compartir su poder, simplemente concibieron el año de gobierno de Mursi como un periodo de prueba para conocer quiénes podían ser aliados fiables.

Islamismo en Egipto

A pesar de que la coyuntura del 11 de septiembre de 2001 y la invasión a Irak de 2003 empujaban al régimen egipcio hacia la democratización, este continuaba reprimiendo a la oposición por medio de maniobras típicas de los autoritarismos electorales para impedir el ingreso de los Hermanos Musulmanes a la dinámica política. Pese a esto, en 2005 la Hermandad fue la principal fuerza de oposición con 20% de participación en el Parlamento. Para 2011 se había extendido el abanico de actores islamistas notablemente, de los cuales se pueden identificar cuatro grupos: 1) los movimientos u organizaciones de carácter oficial, donde se encuentran Al-Azhar, Dar Al-Ifta, el Ministerio de Dotaciones y Comité para Asuntos Religiosos, Sociales y de Awqaf; 2) de carácter social, donde se sitúan Movimientos Sufíes, Salafistas, Nuevos Predicadores y ONG's; 3) de carácter político, que a su vez se dividen en dos: los islamistas moderados, donde está la Hermandad Musulmana, el Partido Al-Wasat, Partido Al-Amal, entre otros, y los yihadistas, como Al-Gamaa Al-Islamiyya y diveras agrupaciones menores; y 4) de carácter intelectual, donde se encuentra Al Wasat y los críticos (Shehata, 2012). El siguiente cuadro muestra cómo estaban situadas las preferencias islamistas en el espectro democrático egipcio durante la transición:

En Egipto, así como en muchos países de la región, el Islam sirvió como elemento catalizador de grupos en busca de libertades. Mientras tanto el régimen insistía en la implantación de un modelo de modernidad occidental. El modelo autoritario originó centros de poder alternos al Estado como los movimientos islamistas tanto moderados como yihadistas, que son capaces de conformar un proyecto político pese a los múltiples obstáculos que les impone el régimen militar (Ghalioun, 1999).

La Hermandad Musulmana fue fundada por Hasan al Banna en 1928. Esta organización se encargaba de asistir social y religiosamente a los egipcios tras la crisis de la posguerra retomando las bases políticas, económicas y religiosas del Islam. Posteriormente se consolida como movimiento de resistencia a las ideas occidentales que buscaban imponerse en la región, adquiriendo relevancia interna por su alcance en todos los estamentos sociales y externa por la expansión de sus redes y simpatizantes en los países vecinos. Esto perfiló la organización al éxito por su capacidad de organización de masas con la renovación islámica de por medio.

La relación de la Hermandad con el gobierno estuvo marcada por alianzas, desavenencias y rupturas, que finalmente llevó a su ilegalización. Esto origina una paradójica relación en el imaginario colectivo: a mayor represión mayor lealtad de los simpatizantes. (Marín, 2007).

La transformación de la Hermandad tras la guerra de los seis días, no solo atrajo a la población decepcionada de la derrota frente a Israel sino que originó la aparición de movimientos yihadistas (Marín, 2007). En la década de los 70 la Hermandad había renunciado públicamente a la violencia y retornó a su labor inicial de asistencia social que trajo consigo la obtención de más escaños en las elecciones parlamentarias y formó una relación tolerable con el gobierno de Sadat. Los acuerdos de Camp David y los acercamientos del gobierno egipcio con Estados Unidos e Israel rompieron la aparente estabilidad, pues los Hermanos Musulmanes manifestaron abiertamente su desacuerdo y el régimen respondió con represión (Shehata, 2012).

Desde el asesinato de Sadat y la toma del poder de Mubarak en 1981 hasta principios de la década de los 90 la Hermandad Musulmana pudo operar a través de políticos ‘independientes'. Sin embargo, tras una nueva escalada de violencia el régimen retoma las políticas restrictivas (Shehata , 2012). Esta violencia provocó el fortalecimiento ideológico de la Hermandad Musulmana y operativo de grupos creados desde los años 70 como Al-Gama'a al-Is-lamiyya y Al Jihad. Durante la década de los 90 los ataques de Al-Gama'a al-Islamiyya y al Jihad provocaron 1.300 víctimas, cientos de dólares perdidos en la industria del turismo y un incalculable costo de la relaciones entre el Estado y los ciudadanos (Gerges, 2000).

Islamismos Radicales

Los grupos islamistas radicales o yihadistas surgen en sociedades donde la libertad ha sido coartada y el concepto de ciudadanía se ha reducido significativamente. Pueden considerarse un intento para llegar a la modernidad cuando las alternativas democráticas son bloqueadas por el régimen dominante y el cambio de sistema es necesario, incluso por la fuerza o el uso de la violencia terrorista. La bandera religiosa es necesaria para unificar los valores de la ciudadanía identificada con un reducto político y ético basado en la fe. Los yihadistas buscan trastornar el fallido intento del Estado Nación secular, para instaurar un Estado Islámico, libre de dominación extranjera y regida por la ley islámica. Buscan también un nuevo orden que garantice principios legales y políticos afines a la religión (Ghalioun, 1999).

La Península del Sinaí es una de las zonas más conflictivas del mundo, configura 61.500 km2 del territorio egipcio donde habitan más de 370.000 personas. Las condiciones socioeconómicas de la Península están dadas por diferentes factores como la distribución demográfica: en el norte viven más de 300.000 personas que habitan las zonas más empobrecidas como Al Arish, Touma y Rafah, mientras que en el sur 70.000 que poseen una de las mejores ofertas turísticas, hoteles de lujo y atracciones turísticas como en Monte Sinaí (Zibell, 2012). Los beduinos principalmente viven al norte de la península, esta población se ha discriminado históricamente y ha mantenido escenarios económicamente desiguales con respecto al resto de los egipcios. Sumado a estas condiciones, la población beduina se ha visto afectada por parte del ejército en la ocupación de la posición norte, frente a la frontera Israel (Dames & Moore, 1981; Baroud, 2014). Dichos perjuicios han conducido a la legitimación de los grupos yihadistas en la población por su discurso en contra del autoritarismo egipcio, contra las injusticias sociales derivadas del mismo y la retórica anti-israelí.

Tras el fracasado intento de democratizar a Egipto durante la transición y posterior golpe de los militares contra Mursi, Egipto se convirtió en un caldo de cultivo para los grupos islamistas radicales (Joscelyn, 2014). Algunas organizaciones yihadistas con alcance transnacional aprovecharon el vacío de poder generado por la transición y el golpe de al-Sisi para ganar terreno y fidelidad de grupos militantes a través de entrenamiento y armas otorgadas desde varias filiales. Al-Qaeda, por ejemplo, ganó terreno y fidelidad de grupos militantes en Egipto a través de entrenamiento, armas y recursos otorgados desde varias filiales como Al-Qaeda en la Península Arábica -AQPA-, Al-Qaeda en la Península del Sinaí -AQPS- y Al-Qaeda Magreb Islámico -AQMI-. Asimismo, se crearon nuevos grupos militantes afiliados al Estado Islámico que operan desde la Península del Sinaí hasta grandes centros urbanos. Los ataques que se dan después de la revolución incluyen ataques a infraestructura como oleoductos que han sido bombardeados en múltiples ocasiones y algunos oficiales asesinados y secuestrados (Fadel, 2011).

Al Qaeda -AQ-

La evidencia más clara del inicio de la relación de Al Qaeda con Egipto inicia en 1981 con la muerte del entonces presidente Anwar el-Sadat en manos de varios islamistas radicales. Entre los mentores del ataque está Omar Abderramán y Aymán al Zawahiri. Este último tuvo vínculos con Osama Bin Laden. Adicionalmente, después de la fundación de Al-Qaeda en 1988 tres egipcios quedaron dentro de la dirección del grupo, Al-Bashiri, Atef y Al Zawahiri (Esparza, 2015).

La muerte de Osama Bin Laden y el impacto por las revueltas de la Primavera Árabe golpeó fuertemente al grupo dejando a la organización en una posición defensiva. Debido a su ideología islamista transnacional (la creación de un Estado Islámico en el mundo musulmán) este grupo ha creado múltiples alianzas o redes en Irak, el Magreb, Siria, Somalia, Yemen, Afganistán y Pakistán. Sin embargo, otros grupos relacionados con AQ están emergiendo en lugares como la Península del Sinaí y Nigeria. Algunos analistas consideran que estas organizaciones son incluso más peligrosas que el núcleo del mismo grupo (Byman, 2012).

En la primavera egipcia AQ no instigó las movilizaciones, pero sí activó su presencia en Egipto, pues este país sirve como base para generar un frente anti-estadounidense y anti-israelí. La inestabilidad, la pobreza y marginación hicieron más receptivo este proyecto yihadista en el Sinaí. Es pertinente añadir que a partir de 2011 varios líderes yihadis-tas, principalmente de la Yihad Islámica Egipcia y de Gamaa al Islamiya fueron liberados y otros que estaban exiliados retornaron a Egipto buscando reactivar sus actividades en el Sinaí (Joscelyn, 2014).

Algunos líderes como Mohammad Islambouli conservaron la relación con AQ. La del hermano de Ayman al Zawahiri, Muhammed Zawahiri se activa en la red terrorista Ansar al-Sharia en Egipto, creada por Ahmed Ashush (Joscelyn, 2014).

En Egipto existen aproximadamente 15 grupos yihadistas con ideología salafista afines a AQ. Entre estos grupos hay uno que se denominó a sí mismo Al-Qaeda en la Península del Sinaí (AQPS), dirigido por Ramzi al-Mowafi, quien en 1990 hizo algunos viajes hacia Afganistán, Arabia Saudita y Pakistán para servir a AQ. Después de un tiempo terminaría como doctor personal de Osama Bin Laden y jefe productor de armas químicas. Más adelante es capturado. No obstante, debido a los acontecimientos ocurridos tras la revolución en Egipto logra escapar en el 2011 (Byman, 2012).

El líder de AQPS ha sido descrito como una figura carismática. Como comandante operacional ha reunido entre 7000 y 9000 hombres armados provenientes de comunidades beduinas, de organizaciones palestinas como Hamas, agentes egipcios de la Hermandad Musulmana y algunos simpatizantes de Sudán y Yemen. Por otro lado, sólo fue después de que la Hermandad Musulmana fue derrocada que fuentes militares egipcias nominaron al Mowafi como nuevo mentor de AQ, quien de inmediato se encargó de administrar complejos subterráneos y algunas rutas de contrabando para destinos egipcios como el Sinaí y la franja de Gaza (Joscelyn, 2014).

Este grupo fue conocido en julio de 2011 por un ataque a un gasoducto y una estación policial en Arish. En un comunicado llamaba a la creación de un emirato o Estado islámico en el Sinaí y a ayudar a la causa palestina (Joscelyn, 2014). También algunos oficiales han sido secuestrados y se han perpetrado varios ataques (Fadel, 2011). En 2012, una de sus operaciones dejó cerca de 16 muertos en Rafah cerca de las frontera de Gaza e Israel (Joscelyn, 2014).

Ansar al-Yihad aparentemente es el ala militar de AQPS. Se formó en 2011 y también juró lealtad a Al-Qaeda; muchos más ataques de esta organización pudieron haberse hecho conjuntamente con otros grupos combatientes en el Sinaí. Uno de ellos es AQPA. Se ha registrado la presencia de militantes yemeníes, libios y somalíes combatiendo y entrenando. Otra facción llamada “Mujahideen Shura en las proximidades de Jerusalén” (MSC) opera en el Sinaí y en Gaza, y tiene vínculos con Al-Qaeda. Esta se ha adjudicado ataques como el del 18 de junio del 2012 en la frontera con Israel. Otro de los grupos relacionados con AQ es “Red Muhammad Jamal” (MJN). Su líder es Muhammad Jamal, quien fue liberado en 2011 y tiene importantes vínculos en Europa, con AQPA y Al-Qaeda en el Magreb Islámico. Después de su recaptura en 2012 se supo de la formación de combatientes para AQPA y de la financiación que esta última organización daba para la creación de campos de entrenamiento en el Sinaí y en Libia. En una esfera más urbana Jamal es señalado de liderar la célula “Nasr al City” que opera en las principales ciudades egipcias (Joscelyn, 2014).

Al-Qaeda ha declarado su oposición al régimen egipcio en diferentes ocasiones. Durante la era Mubarak, en un mensaje en audio Al-Zawahirí juró venganza por los ataques de Israel en Gaza. Afirmó que los ataques son “un regalo” del Presidente Barack Obama, una violencia perpetrada como parte de una guerra contra el islam y que Hosni Mubarak, “el traidor”, es su principal aliado en el asedio y las muertes. El mensaje fue publicado en varios sitios web islamistas radicales con una imagen de al-Zawahirí junto a una imagen de un niño herido, instando a los militantes para que actúen en contra de Israel: “Mis hermanos musulmanes y mujahedeens en Gaza y toda Palestina, con la ayuda de Dios estaré con ustedes en la batalla, nosotros dirigiremos nuestros ataques contra la coalición de judíos donde sea que podamos” (CNN, 2015).

En 2011 Ayman al-Zawahiri, publicó “Un mensaje de esperanza y buenas noticias para el pueblo de Egipto”. Al-Zawahirí dijo: “Egipto es un régimen laico y tiránico que se mantiene en su lugar gracias al fraude electoral”. Acusó al régimen de Mubarak de estar bajo el mando del líder que se encuentra en la embajada de Estados Unidos. A pesar de que en este video no se mencionó la revuelta contra el régimen, el video parecía haber sido grabado antes del inicio de las revueltas. Era una especie de retrospectiva examinando el rol de las fuerzas militares en la imposición de una constitución secular en Egipto, en lugar de una basada en la ley islámica. (Dawn, 2011).

Estado Islámico -EI-

El EI surge en 2004. Pasa de ser Al-Qaeda en Irak al autoproclamado Estado Islámico de Irak y el Levante tras dominar zonas del norte de Siria y noreste de Irak. Su líder es Abu Bakr al Bagdadi. La actuación de este grupo y otros que se oponen a Bashar al-Assad han dejado alrededor de 210.000 personas muertas, se han refugiado 3.73 millones y más de la mitad de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza (Yizigi, 2014).

El puede ser visto como un producto de cambios generacionales y geopolíticos que se han desplegado recientemente en Oriente Medio y el Norte de África, como la invasión norteamericana a Irak en el 2003 y la elección de gobiernos chiitas en ese país desde el 2005. Estos acontecimientos ocasionarían la marginalización del pueblo sunita y el encarcelamiento de algunas de las personas que luego harían parte del Estado Islámico (Azoulay, 2015).

El EI obtiene ingresos gracias a la recaudación de impuestos, dominio de fuentes energéticas y financiación externa (Aguirre, 2014). Este grupo tiene también presencia en otros países como Libia, Nigeria y Egipto gracias a los grupos que le declaran fidelidad. Muchos de estos son ex simpatizantes de AQ que consideran más viable adherirse a dicho grupo por la acogida de sus acciones en los círculos sunitas radicales y el apoyo que eventualmente podría proporcionar la organización. En el Sinaí el grupo más importante que ha jurado fidelidad el El es Ansar Bayt al-Maqdis (ABM) que si bien nunca estableció un vínculo formal con AQ si mantenía relaciones con este grupo. Desde noviembre de 2014 es la filial del El en el Sinaí. ABM cuenta entre sus filas con militantes del grupo Al-Tawhid Wa'al-Jihad, que surgió en 2011 como producto de la “primavera” egipcia. Se dio a conocer por un ataque perpetrado a la infraestructura energética (Mapping Militant Organizations, 2015).

Este uno de los grupos mejor armados y más letales. En cuanto a los recursos de la organización se presume que recibe apoyo económico externo, se abastece por los túneles de contrabando en Gaza y probablemente recibe ayuda económica de simpatizantes en Libia y recursos canalizados del EI (Mapping Militant Organizations (2015). Se presume que tiene lazos con AJNAD Misr, una organización yihadista que opera en El Cairo aunque está inspirada por lo que ocurre en el Sinaí y en AQ, aunque estas no tienen vínculos formales (Joscelyn, 2014).

Los líderes conocidos son Kalam Alam quien murió en una operación antiterrorista en 2014; Shadi Al-Meneai, quien se conoció hasta el 2014 cuando el ejército egipcio anunció su muerte y su liderazgo en ABM (el grupo ha desmentido que esté muerto y que sea un líder), e Ibrahim Mohammed Farag Abu Eita, conocido desde 2011 hasta 2013 oficialmente como su primer líder, fue asesinado en el Norte del Sinaí en 2013. El ABM pretende incur-sionar en el Sinaí y en la Franja de Gaza atacando blancos selectivos entre israelíes, personalidades del régimen egipcio e infraestructura. ABM emplea tácticas de guerra de baja intensidad como atentados relámpago, carros bomba y atentados suicidas. Uno de los blancos preferidos del ABM es un gasoducto que recorre Jordania, Israel y Egipto que ha sido atacado en varias ocasiones desde 2012. Existen indicios de que hay informantes del grupo terrorista dentro del ejército egipcio, lo que ha permitido al grupo terrorista perpetuar ataques de gran magnitud y atentados a políticos egipcios y funcionarios del ejército.

Por otra parte, los Estados que han incluido ABM en las listas de organizaciones terroristas son Reino Unido, Estados Unidos y Egipto.

Durante el mandato del actual Presidente Abdel Fattah al-Sisi ha habido varios ataques en la Península del Sinaí. Tras esos ataques, ABM envió este mensaje al-Sisi: “Tenemos la fuerza para golpear su capital sin la ayuda de la oscuridad, la insurgencia está viva y en buena forma, en una fase más violenta es posible, y abarcan sectores más grandes de Egipto.” Con ello querían decir que las soluciones basadas en seguridad sólo traen más violencia y que las soluciones ofrecidas por al-Sisi deben ir más allá de disparar un arma (citado en Daily News Egypt, 2015).

Otro ataque fue un carro bomba en el Cairo que destruyo un edificio de la seguridad nacional y dejo varios heridos. Estos ataques, junto con una línea de ataques semejantes, se atribuyen a la retaliación por el golpe de Estado a Mohamed Mursi dos años atrás (Feldman, 2015).

Conclusión

El autoritarismo egipcio ha relegado siempre a la oposición. Ese sentimiento de marginalidad da lugar a que se creen o implanten grupos armados que traten de contrarrestar el poder del gobierno. El golpe de Estado a Mursi reafirmó esta tendencia. Las condiciones dadas por la inestabilidad egipcia de 2011 en adelante también facilitaron que los antiguos líderes reactivaran sus actividades y fortalecieran un frente en el Sinaí.

Si bien el Estado Islámico y Al Qaeda tiene divergencias, ambos responden a la represión autoritaria desplegando la violencia contra blancos civiles y gubernamentales. Las declaraciones de ambos grupos ratifican su oposición al gobierno militar y sus lazos con Estados Unidos e Israel. La Península del Sinaí es un frente que legitima el discurso de estos grupos por su cercanía a Israel y por las implicaciones que saben que tiene la desestabilización de los intereses extranjeros en Egipto.

El régimen ha tomado medidas coercitivas que solo agravan la situación y conducen a un círculo de violencia, pero la crisis económica y la pobreza en el Sinaí hacen más propensa a la población a adherirse y a simpatizar con estos grupos.

 


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