Artículo

Revista Estudios en Seguridad y Defensa 5(10): 51-60, 2010

La multidimensionalidad del concepto de seguridad: breve acercamiento al caso de Bolivia1

JUAN CARLOS LOPERA TÉLLEZ*


1El presente artículo hace parte de los resultados de la investigación “Construcción de la Seguridad Política en las Américas” llevada a cabo por la Línea de Investigación sobre Seguridad Hemisférica del Centro de Estudios Estratégicos son Seguridad y Defensa Nacionales -CEESEDEN- de la Escuela Superior de Guerra.
*Filósofo con opción en Ciencia Política de la Universidad de Los Andes; con estudios en Filosofía, realizados en la Universidad de Dijon, Francia. Magister en Ciencia Política de la Universidad de los Andes. Investigador Asistente de la Línea sobre Seguridad Hemisférica en el Centro de Estudios Estratégicos sobre Seguridad y Defensa Nacionales -CEESDEN- de la Escuela Superior de Guerra. Correo: loperaj@esdegue.mil.co


Recibido: 31 de Agosto de 2010.
Evaluado: 1-25 de Septiembre de 2010.
Aprobado: 28 de Octubre de 2010.


Tipología: Artículo de reflexión resultado de investigación ya concluida “Construcción de la Seguridad Política de las Américas”.


Palabras Claves: Latinoamérica, Seguridad, Constructivismo, Movimientos Sociales, Bolivia, Movimiento Cocalero, Movimiento Indígena.


El presente artículo hace un breve acercamiento, desde la óptica multidimensional de la seguridad, a los procesos sociales que llevaron a Evo Morales a la presidencia de Bolivia. Para ello, se inicia con un ejercicio de operacionalización de dicho concepto con el fi n de captar su complejidad y facilitar su aplicabilidad. Seguidamente, desde la línea del constructivismo se aborda el caso boliviano haciendo énfasis en la teoría de los movimientos sociales; para luego sacar enseñanzas que aporten al entendimiento comprensivo de la seguridad en la región.

El movimiento creativo de la multitud impone en la constitución del imperio un nuevo sentido del ser o, mejor dicho, ese nuevo sentido se presenta continuamente en este proceso como un paradigma alternativo.
Imperio. Michael Hardt, Antonio Negri


En el mundo de la Posguerra Fría, el escenario internacional ha presenciado transformaciones sustanciales que generaron la necesidad, dentro de la teoría de las Relaciones Internacionales, de modifi car los instrumentos de análisis para captar los fenómenos allí comprendidos; y en tal proceso la noción de seguridad ha comenzado a mostrar su utilidad potencial2. Pero la amplitud de este concepto, pensando en la cantidad de problemas a los que podría referirse, también ha dejado ver lo ambiguo de su contenido.

Desde los griegos se ha reconocido la naturaleza intangible de la seguridad, pero también su carácter perceptible3. Para ellos, y hoy en día, la seguridad es algo que se vivencia subjetivamente y que, además, se garantiza de forma más efectiva con la pertenencia a un grupo. Sin el ánimo de caer en lugares comunes de la filosofía política, podría afirmarse que esta relación, tensa por lo demás, entre el sujeto y la sociedad (o, para ser más específicos, la relación individuo/grupo/ Estado/mundo)4 ha servido para nutrir los análisis “desde arriba” y “ desde abajo” entorno al concepto en cuestión; y hacer un acercamiento breve a estos niveles puede servir para comprender mejor su complejidad.

1. Consideraciones preliminares: sobre el concepto de seguridad

1.1. La seguridad vista “desde arriba”

Corriendo el riesgo de simplificar el debate al extremo, es posible sostener que los análisis “desde arriba” sobre la seguridad datan del Leviatán de Thomas Hobbes, quien es considerado el primer pensador que le da un lugar relevante a este concepto en los análisis político-filosófi cos hasta ese momento conocidos, tomando al Estado como su principal objeto referente. Realistas y neorrealistas, en la teoría de las Relaciones Internacionales, son identificados como sus herederos directos, siendo para ellos la fuente de seguridad de los individuos el mismo control de las amenazas que se ciñen sobre este ente suprapersonal (Thompson, 1960; Waltz, 1995). Pero las visiones “ desde arriba” no se agotan aquí. La idea de paz perpetua kantiana5, que conserva la función hobbesiana del Estado frente a la seguridad, va a concebir otro nivel de la misma a partir de la construcción teórica de unos “ciudadanos del mundo” que se rigen bajo principios morales universales objetivados en un ordenamiento jurídico internacional. Los liberales (o idealistas para algunos) y hasta los neoliberales serán identificados como herederos de esta tradición (Herz, 1951; Doyle, 1995).

Dichas líneas de pensamiento son consideradas, en este artículo, visiones “ desde arriba” de la seguridad6, dado que tienden a relegar (aunque no desconocer, para ser justos) los procesos sociales de construcción de la realidad.

1.2. La seguridad vista “desde abajo”

Este elemento relegado por las líneas realistas y liberales será utilizado entonces como herramienta de análisis por los constructivistas (Checkel, 1998). Para ellos, el orden internacional es un producto de elaboración constante impulsado por el proceso, inacabado e inacabable, de constitución de la dimensión simbólica del orden social -proceso en donde agentes y colectividades luchan, desde diferentes campos y espacios sociales, buscando siempre construir un orden deseado7. Así, el referente del concepto de seguridad para el paradigma constructivista ya no será el Estado, o una unión de “ ciudadanos del mundo” guiada por parámetros morales universales, sino la identidad de grupos sociales; identidades que se constituyen (al no ser naturales) y se defienden (a través de la cooperación, por ejemplo) no sólo al interior de las fronteras estatales sino en el mismo entorno internacional8.

En trabajos como los de Gianfranco Poggi (1990), Michael Foucault (1992) y Charles Tilly (1992; 2004), por ejemplo, se puede apreciar cómo determinadas dinámicas sociales impulsadas por la identidad (y seguridad) de grupos particulares jalonaron el proceso de formación del Estado moderno y, por tanto, la misma construcción de la unidad y el interés nacional. Por su parte, pensadores como Jürgen Habermas (1999; 2000) y Michael Hardt y Antonio Negri (2003; 2004) han aportado a la comprensión de esa construcción y defensa de la identidad en el entorno internacional; poniendo el acento en los mismos espacios que han abierto esas categorías jurídicas del ordenamiento mundial (su constitución formal, en palabras de Hardt y Negri) para el reconocimiento y ejercicio de lo identitario (de su constitución material).

1.3. Los adjetivos de la seguridad

Las visiones “desde arriba” y “desde abajo” de la seguridad no son excluyentes, por el contrario, éstas deben ser tomadas como diferentes niveles para el análisis; niveles que permiten, además, hacer un ejercicio adicional de sectorización, ya no en términos del objeto de referencia de dicha noción, sino en relación con las amenazas que pueden percibirse en el conjunto de estas miradas.

Recordando a Barry Buzan (1991:433), y siguiendo a Francesca Ramos (2008:77-78), es posible identificar cinco sectores de la seguridad que se entretejen en una densa red de interacciones: (1) La seguridad militar, que pone el acento en la protección de la integridad territorial del Estado frente a amenazas internas o externas; protección que se ejerce através de las capacidades militares ofensivas y defensivas. (2) La seguridad política, que apunta a la estabilidad organizacional del Estado, incluyendo aquí la protección de la ideología e identidad nacional (fuentes primarias de la legitimidad). Las amenazas incluidas en este sector provendrían de grupos que se levantan contra el Estado y/o que perturban el orden público, y hasta de la interferencia extranjera en asuntos políticos internos. (3) La seguridad económica, que concierne al acceso a todos los recursos que garantizan la supervivencia de la población y que además le da un determinado estatus de poder al mismo Estado en el entorno internacional. Las amenazas a esta base de existencia pueden provenir de grandes desigualdades económicas al interior de los Estados, o de crisis económicas internacionales. (4) La seguridad societal, que se refiere a la habilidad que tienen las sociedades para reproducir y asegurar una “ evolución” adecuada de su identidad cultural, religiosa y étnica. Dentro del gran abanico de amenazas presentes en este sector se encuentra, por ejemplo, aquellas acciones de los Gobiernos en contra de “minorías” y los efectos de la globalización sobre determinadas identidades culturales. (5) Por último, se encuentra la seguridad ambiental, que se enfoca en la protección de los recursos naturales con el fi n de garantizar la supervivencia del planeta, del Estado y del individuo.

Todo este ejercicio analítico (en torno a niveles y sectores) no es mas que una suerte de operacionalización del concepto de seguridad; y a partir de ella, en el siguiente acápite, se intentará captar el proceso social que llevó a Evo Morales a la presidencia de Bolivia.

2. Interacción entre niveles y sectores de la seguridad: un breve acercamiento al caso de Bolivia

El triunfo de Evo M orales en 2005 no se puede interpretar como un hecho fuera de toda lógica. Por el contrario, dicho triunfo corresponde a un proceso complejo, de varias décadas atrás, donde se articulan procesos de apertura democrática y fuertes luchas por reivindicaciones sociales e identitarias.

Como lo señalara Charles Tilly (1978; 2004), el dinamismo de los movimientos sociales conjuga con claridad los campos de la identidad y el poder, dado que en ellos se refleja cómo la construcción de la primera está emparentada con la legitimación del segundo. En otras palabras, el imaginario de la identidad (su construcción) siempre persigue la visibilización de una determinada comunidad con respecto a otras para que éstas últimas interpreten, respeten y permitan el adecuado desarrollo de dicha estructura simbólica. Lo anterior implica, no está demás anotarlo, que la identidad nacional sea una construcción posterior; implica que lo societal, en términos de Buzan, funcione de manera independiente al Estado. Y ésta será entonces la dinámica del movimiento cocalero en Bolivia, que comenzó en lo local para convertirse luego en nacional, y que terminó articulándose con demandas de otros movimientos como el indígena y el de izquierda.

2.1. El papel de los sindicatos

Para comenzar a entender el proceso que condujo a Evo Morales a la presidencia de Bolivia, siguiendo a Pinto (2008), es necesario voltear la mirada al proceso mismo de colonización de la región de Cochabamba. Este proceso inició en la década de 1930, período en el cual algunos colonizadores llegaron de forma espontánea luego del fracaso de la Guerra del Chaco9. En las décadas de 1960 y 1970 se dio lugar a una colonización dirigida por el Estado, en la cual se incentivó la producción de cacao y algodón. Pero en el mismo período, una colonización paralela, y espontánea como la primera, traería consigo el cultivo de hoja de coca para inscribirlo en el circuito de la cocaína. Es en este período donde se conformará el primer sindicato campesino: Central Especial Campesina del Trópico afiliada a la Central Provincial de M orro de Sacaba. Ya para la década de 1980 se presentaría otro proceso de colonización, éste sí caracterizado por su fuerte vinculación con la economía cocalera. Entre las razones que se esgrimen para explicar ese “ boom” del cultivo de la hoja de coca se encuentran el crecimiento acelerado de su demanda entre 1980 y 1983, las sequías de 1982 y 1983 en Bolivia, así como el fracaso de una reforma agraria que buscaba contrarrestar la escasez de tierras cultivables. Además, la facilidad de su cultivo y comercialización también fueron incentivos relevantes. Para finales de dicha década, el “90% de los habitantes del Chapare10 cultivaba, procesaba y vendía sulfato de coca” (Pinto, 2008:43).

Estos procesos de colonización, como se insinuó en líneas anteriores, estuvieron acompañados por la organización de los campesinos en sindicatos. Pero esto, para la época, no era una novedad. Como lo señala Pinto (2008) y Lacroix (s.f.; 2007), la experiencia de la organización sindical campesina data de la década de 1930; pero sólo es a principios de 1950 que el Estado boliviano la reconoce como válida. La estructura de esta organización, teniendo en cuenta su demarcación territorial, comienza con los sindicatos propiamente dichos (basados en las comunidades), luego vienen las centrales que agrupan no más de veinte sindicatos, más arriba las Federaciones y, por último, la Coordinadora de las Federaciones - creada en 1990 con el fin de unifi car demandas (Pinto, 2008:45). Los sindicatos se muestran como los principales organizadores de la sociedad rural en la región de Cochabamba, siendo una suerte de Gobiernos locales de facto; fortaleza que va a verse refl ejada, principalmente, en la mediación llevada a cabo entre las comunidades y el Estado para el manejo de los recursos de sustitución de cultivos ilícitos (HRW, 1995).

El papel de mediación de los sindicatos es fundamental para comprender la conjunción entre la identidad y el poder. El reconocimiento hecho en 1952, aunque buscaba la cooptación y, por tanto, el control de los sindicatos por parte de las élites tradicionales, permitió la emergencia de una ciudadanía campesina, obrera e indígena que terminaría desdibujando las relaciones propias de la “ hacienda”. Desde entonces, inevitablemente, el sindicato comenzaría a intervenir en los asuntos del Estado, empoderando progresivamente a muchos sectores de la población boliviana anteriormente excluidos. Ejemplo de esto se puede encontrar en el Katarismo, movimiento sindical campesino de tipo indianista inclusive, que demostró una gran capacidad de movilización en la dictadura del General Bánzer a través de la conformación, en 1979, de la Confederación Sindical única de los Trabajadores Campesinos Bolivianos (CSUTCB).

2.2. El movimiento cocalero: seguridad económica, societal y ambiental

Pero en el seno de esta Confederación Sindical, a inicios de la década de 1990 y con el debilitamiento del Katarismo (Lacroix, s.f.), el movimiento cocalero del Chapare comienza a ser dominante (Pinto, 2008:46); fortalecimiento que se explica como resistencia ante la política de lucha contra las drogas impulsada por los Estados Unidos. Como lo señala Pinto (2008), en el cuarto Gobierno de Víctor Paz Estenssoro (19851989) Bolivia se alinea con las políticas antidrogas de los Estados Unidos y, hacia 1989, luego de varios intentos y de largos debates, se promulgó la primera ley (Ley 1008) que penaliza el cultivo de la hoja de coca. Sin embargo, tal penalización no va a ser generalizada. Por el contrario, se establecieron ciertas excepciones. De todas formas, amparado en dicha ley, el Estado boliviano inició un proceso de erradicación que, como era de esperarse, no cayó bien en el sector cocalero. Esto último, por lo demás, permitió la alianza entre la CSUTCB y la Central Obrera Boliviana (COB) bajo una consigna específi ca: “el respeto al cultivo de la hoja de coca como base de una demanda de no intervención de Estados Unidos en la política nacional boliviana” (Pinto, 2008:49). En otras palabras, el movimiento comenzó a luchar por una legislación sobre el cultivo de hoja de coca alejada de los intereses de Estados Unidos, así como por una mayor participación en la elaboración y ejecución de los programas de desarrollo alternativo. Aquí, entonces, se comenzó a constituir dentro de las sociedad boliviana un particular enfoque de seguridad económica, como base material de las poblaciones, y de seguridad política, como autonomía frente a otros Estados; banderas que con Evo Morales se transformaron en nacionales.

Este período de protestas, bloqueos y huelgas de hambre, sería para el movimiento un primer laboratorio de participación política a escala nacional con un balance bastante positivo, si se tiene en cuenta el número de acuerdos que se lograron firmar. Cabe señalar que los mecanismos de represión, agenciados desde el Estado (desacreditación, intervención policial-militar), también se hicieron presentes, pero la firma de acuerdos mostró su fracaso.

Con la llegada de Jaime Paz Zamora a la presidencia (1989-1993), se intentó construir una política antidrogas alejada de las posiciones de Estados Unidos, bajo las tesis “ coca por desarrollo” y “ la coca no es cocaína” (Pinto, 2008:51); pero tales promesas de campaña no terminaron realizándose por la misma presión del país del norte. Lo interesante de este nuevo período fue que la continuación de las protestas se caracterizó por el acercamiento estratégico entre el movimiento cocalero y el movimiento indígena; acercamiento que permitió traducir las demandas de los primeros dentro de los logros (principalmente en la escena internacional) de los segundos (reconocimiento a la autodeterminación, etc.)11. En este período, entonces, se asiste a un proceso de indigenización voluntaria de los cocaleros (Dabene, 2000). Ahora, la guerra contra la hoja de coca será interpretada como una guerra contra la identidad indígena de los Andes (Pinto, 2008:52).

Bajo la presidencia de Gonzalo Sánchez de Lozada (1993-1997), así como la de Hugo Banzer (19972001), se endurecieron las políticas antidrogas por cuenta de la presión ejercida por los Estados Unidos sobre Bolivia (HRW, 1995; Pinto, 2008:54). Cabe recordar que en el Gobierno de Sánchez, cuyo vicepresidente fue el katarista Víctor Hugo Cárdenas, bajo una reforma constitucional, se reconoció el carácter multicultural y pluriétnico de Bolivia; instrumento que servió como arma para la defensa de los intereses de los cocaleros. Además, aprovechando el marco de la década de los pueblos autóctonos (1992-2002) decretada por la ONU, el movimiento cocalero sumó a sus peticiones de no militarización de la erradicación y de sustitución progresiva de cultivos, las demandas por tierra y territorio propias del movimiento indígena. Teniendo en cuenta la carga de significado que tiene el concepto de territorio12 (en contraposición al de tierra), desde aquí se perciben reivindicaciónes en torno a la seguridad ambiental.

Todas estas demandas que van desde la simple supervivencia económica hasta la defensa de la identidad cultural y el territorio, necesariamente tienen que inscribirse en ese reconocimiento jurídico internacional otorgado a los derechos de los individuos a partir de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948; reconocimiento que le ha permitido a los individuos mismos, paulatinamente, contar con los instrumentos necesarios para oponerse a los tratos opresivos.

Siguiendo a Ignatieff (2003), el objetivo fundamental de los Derechos Humanos es la protección de la agencia humana, la protección de esa facultad de acción de los agentes humanos y, por tanto, el carácter global de los mismos se fundamenta en el reconocimiento de su importancia en lo local, por cuanto ellos han servido para apoyar a individuos comunes en su lucha contra las costumbres opresivas. Aunque las pretensiones universales de tales derechos puedan interpretarse como un proceso de homogenización individualizante más allá de las fronteras estatales, la misma creatividad de la multitud es la que, en últimas, permite utilizarlos como resistencia a una moralidad con pretensiones hegemónicas -para el caso, la visión netamente represiva de la lucha contra las drogas y hasta el desconocimiento de las costumbres indígenas.

2.3. Movimiento al Socialismo (MAS): el salto de lo local a lo nacional

Hacia 1980, Evo Morales junto con sus padres se asentaron en Chapare, Cochabamba; haciendo parte de esa tercera ola de colonización descrita por Pinto (2008). Allí, su familia comenzó a sembrar, entre otros productos, hoja de coca. Bajo la dinámica local de los sindicatos en Cochabamba, Morales comenzó a escalar posiciones hasta llegar, en 1988, a la secretaría ejecutiva de la Federación del trópico, perfi lándose así como máxima fi gura cocalera en este departamento (Archondo, 2009:102). Con la promulgación de la Ley 1008, por medio de la cual los cultivadores de coca se convirtieron en enemigos, Evo M orales pasó a ser la cabeza visible de esa lucha. En ese primer momento, como se señaló anteriormente, la movilización cocalera tenía una agenda estrecha; pero, con la llegada de la década de 1990, este movimiento estrechó sus lazos con el indígena así como con aquellas posturas de izquierda que siempre estuvieron latentes en las estructuras de los sindicatos.

Ante la radicalización de la lucha contra las drogas en esta época, además de convertirse Morales en un personaje internacional por su publicitado “ antiamericanismo”, surgió la idea de crear un instrumento partidario para saltar a la vía electoral a nivel nacional; idea que terminaría concretándose con la conformación del Movimiento al Socialismo (MAS)13, y la disolución de la Izquierda Unida (IU) (Archondo, 2009; Lacroix, s.f.). Teniendo en cuenta la crisis del sistema político representada en la deslegitimización de esa democracia consociacional, en los primeros años del siglo XXI, el M AS se consolidaba como la segunda fuerza política de Bolivia. Pero fue la caída de la dupla presidencial Gonzalo Sánchez - Carlos Mesa lo que significó un golpe de gracia para ese sistema de cooperación interpartidista (Pinto, 2006:14).

Para las elecciones de 2005, los candidatos de los partidos con más opciones de llegar a la presidencia se esforzaron por mostrar las grandes diferencias entre sus agendas. Si el MAS proponía la legalización de la hoja de coca y la focalización de los esfuerzos en la lucha contra el tráfico de cocaína, Poder Democrático y Social (PODEMOS) reivindicaba la necesidad de acercarse más a Washington. Si PODEMOS defendía los tratados de libre comercio y la empresa privada, el MAS defendía las nacionalizaciones y la soberanía nacional. Si el MAS proponía una reforma agraria, PODEMOS defendía la propiedad privada pero con alternativas para los campesinos sin tierras (Pinto, 2006).

Como es sabido, Evo Morales llegó a la presidencia con un alto apoyo electoral y marcando una gran diferencia con su competidor más cercano. Para entender este fenómeno, es necesario detenerse un momento en las estrategias utilizadas por el MAS. Las alianzas sociales constituyeron los principales aportes electorales. Sectores como los del magisterio, como el cooperativista minero, el Movimiento Sin Tierra, se adhirieron a esta campaña. En definitiva, se buscó hacer programas de Gobierno conjunto con estos sectores para ganar votos y gobernabilidad social (Pinto, 2006:23). Además, sabiendo que una de las más fuertes críticas a la fi gura de Evo Morales era el peligro de un revanchismo étnico, Morales acudió a la moderación del lenguaje, buscando también acercamientos con empresarios principalmente de la región de Cochabamba (la más afectada por los bloqueos).

Todas estas estrategias electorales del MAS mostraron el carácter reformista y a la vez conciliador de la figura de Evo Morales, lo que le permitiría ganar las elecciones presidenciales de 2005 e inscribir las demandas societales, económicas y ambientales de los indígenas y cocaleros en el lenguaje de la seguridad nacional (militar) y la seguridad política de Bolivia.

Conclusiones

Para efectos del presente artículo, se decidió dejar de lado la referencia a lo que algunos analistas identifican como el giro a la izquierda latinoamericano; tema que por su extensión deberá ser objeto de otro artículo. Como es evidente, el empoderamiento de la izquierda en Latinoamérica no puede catalogarse como homogéneo; éste responde a procesos específicos de formación de Estado y consolidación democrática. Además, pareciera que el diagrama político tradicional (izquierdas/derechas) no ha logrado captar la complejidad de los cambios que actualmente sufre la región; cambios que se enmarcarían mejor en ese proceso de redefinición del ejercicio ciudadano impulsado principalmente por la globalización (Reyna, 2006). En este orden de ideas, el alejamiento de Bolivia con respecto a los Estados Unidos, y hasta con los países europeos, dejando de lado lo discursivo, va más allá de esas diferencias ideológicas preestablecidas. Dicho alejamiento es necesario inscribirlo en esos procesos complejos de construcción del orden deseado. En términos de la seguridad, el caso boliviano enseña que centrarse en las visiones “desde arriba” impide ver el camino que tomaron los bolivianos (o la mayoría de ellos) para construir su propia percepción de la misma - y, por lo demás, para crear alianzas como las de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Bajo la óptica del Constructivismo es posible captar esos procesos complejos que definen la seguridad desde abajo.

Otro punto que se ha dejado de lado en este escrito, y que ha sido ampliamente abordado por la literatura, es la amenaza del narcotráfico. Para muchos, la llegada de Evo Morales a la presidencia de Bolivia y su alejamiento de las políticas antidrogas de Washington, significó un aumento progresivo de las hectáreas cultivadas de hoja de coca, en contraste con la disminución experimentada en Colombia. Este hecho, generalmente explicado bajo la lógica del “efecto globo”, también tiene una relación con lo cultural si se tiene en cuenta, por ejemplo, ese blindaje “natural” que ha caracterizado siempre a los campesinos e indígenas ecuatorianos. Pero del caso de Bolivia también es posible rescatar otras enseñanzas para el análisis comprensivo de la seguridad regional vista de manera amplia.

Las acciones de los diversos movimientos sociales en este país andino son un reflejo de su crisis constante, que se puede captar desde posiciones diversas. Por una parte, se encuentran esos racismos exacerbados que abogan por una refundación radical del Estado, así como posturas reformistas, conciliadoras, que para muchos se encarnan en la figura de Evo Morales (Lacroix, 2007). De cualquier forma, es claro que el mayor peligro lo representa lo primero en un mundo que, en principio, lucha por el reconocimiento de la diferencia. Y es de anotar que dicho racismo, no solo en Bolivia sino en países como Colombia y Ecuador, por ejemplo, no proviene de un solo lado (Massal, 2006; Rincón 2009).

Por otra parte, la defensa de los pueblos indígenas, inscrita en el ordenamiento legal internacional, ha generado un desbalance con respecto a otras comunidades que no pueden, ni quieren, considerarse como “originarias”, pero que tienen sus mismas necesidades. Aunque el movimiento cocalero en Bolivia optó por una indigenización voluntaria, con fines estratégicos, es claro que no todos los grupos sociales aspiran a lo mismo. El caso paradigmático de este dilema lo representa la figura del campesino, quien se ha visto forzado a identificarse como indígena para recibir también sus beneficios (por ejemplo, tierras). Tanto en Bolivia como en Colombia (país en donde entra un tercero en discordia, la comunidad afrodescendiente), ya se han comenzado a sentir las tensiones de esta problemática (Lacroix, s.f.; Rincón, 2009).

Por último cabría mencionar que el empoderamiento de los movimientos sociales no implica necesariamente el fin de las protestas y el mejoramiento de la gobernabilidad. Aunque en este artículo tampoco se aborda la actualidad boliviana, un ejemplo de ello ha sido el fin de la “luna de miel” entre el Gobierno de Evo Morales y los sindicatos obreros. Para entender este fenómeno es necesario señalar que el interés por llenar los espacios de participación, a nivel nacional e internacional -la necesidad de adoptar una dimensión supracomunal-termina generando inevitablemente un alejamiento de los líderes del movimiento con respecto a sus bases. Los dirigentes, dada su renovación en este proceso de escalada, deberán tener un mayor conocimiento del mundo exterior, deberán ser capacitados por ONG's, lo cual termina siempre generando rivalidades intergeneracionales así como la reducción de los espacios de participación y alternancia en el poder. Los “no capacitados” no podrán ser tenidos en cuenta. Así, este alejamiento inevitable del foco de toma de decisiones termina generando rupturas en la estructura del movimiento y una reemergencia de la actitud contestataria dirigida ahora hacia el mismo representante del movimiento.


2 Zacher, 1992; Gaddis, 1993; Clarck, 1999; Halliday, 2002; Palomares, 2006; Tamayo, 2009.
3 El Protágoras de Platón puede ser aquí bastante ilustrativo.
4 Ver, entre muchos otros: Serrano (1982); Lechner (1986); Constant (1989); Elias (1987, 1990) Arendt (1993); Bobbio (1993, 1997).
5 Ver: Kant, Inmanuel. (2002). “ Sobre la Paz Perpetua’’. Tecnos (6° Edición). Madrid.
6 Teniendo en cuenta el texto de Herz (1951), así como el compendio de artículos que se encuentran en el texto de Kegley (1995), es necesario reconocer la complejidad interna de estas líneas de pensamiento en la teoría de las Relaciones Internacionales. Como es evidente, entrar en un estudio detallado de las mismas es algo que sobrepasaría los límites del presente artículo; por tanto, el ejercicio que aquí se hace pretende ser simplemente ilustrativo (ver también: Jervis, 1999; Kauppi et al, 1999).
7 Aunque no propiamente internacionalistas, pensadores como Norbert Elias, Jürgen Habermas, Michael Foucault, Gilles Deleuze, Alain Touraine, Pierre Bourdieu, Charles Tilly, Benedict Anderson, Michael Hardt y Antonio Negri deberán ser aquí un referente obligado (sin desconocer las diferencias específicas que puedan existir entre sus planteamientos teóricos).
8 Ver, por ejemplo: Bourdieu: (1982, 1987, 1997); Touraine, (1988); Anderson, (1993).
9 Esta guerra se libró entre Bolivia y Paraguay, por el control, principalmente, del río Paraguay; corredor estratégico hacia el océano Atlántico. Luego de numerables pérdidas humanas y económicas de lado y lado, se firmó un tratado de paz y se definieron las fronteras. Aquí, Bolivia sería el gran perdedor. 10 Provincia del departamento de Cochabamba.
11 Como es sabido, en 1982, en el marco de la Organización de Naciones Unidas (ONU), se creó el Grupo de Trabajo sobre pueblos indígenas. Además, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), organismo de la ONU, había adoptado, para la fecha, dos convenios vinculantes sobre organizaciones indígenas y tribales: los convenios 107 y 169. En el Gobierno de Zamora se lograría la ratificación del último de estos convenios.
12 Ver, por ejemplo: Yashar (1997).
13 Cabe recordar que la conformación del MAS, de hecho, fue una refundación de un partido que existía desde 1987 llamado Movimiento al Socialismo Unzaguista (MAS-U).



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